domingo, 12 de diciembre de 2010

La violencia es el fracaso de todos. Periódico La Crónica de Hoy

Saúl Arellano. Opinión
Domingo 12 de Dic., 2010
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=549598

Lo ocurrido esta semana en Apatzingán y Morelia, en el estado de Michoacán, constituye no ya un punto de inflexión, sino de quiebre en la estrategia de seguridad pública en el país.

En los últimos años se ha dado un intenso debate en torno a si la estrategia de combate al crimen organizado es la adecuada, y justamente en esa forma de plantear el problema se encuentra el fracaso anticipado del desarrollo de las estrategias.

El gobierno de Calderón se equivocó desde el inicio de su mandato al haber asumido que la estrategia nacional de seguridad pública debía reducirse al combate al narcotráfico; así, sin diagnóstico adecuado, sin una estructura de inteligencia y peor aún, sin consenso con todas las fuerzas políticas, el Ejecutivo nos sumió en una absurda espiral de violencia sin precedentes.

Hacer de la lucha contra el crimen organizado una bandera política es el mayor error que haya cometido Calderón en su administración. Intentar construir con las armas la legitimidad que no obtuvo en las urnas le va a costar el fracaso de su sexenio, como ya comienza a percibirse no sólo en los círculos críticos, sino en el ánimo generalizado de desesperanza de la ciudadanía.

La estrategia de seguridad pública debió plantearse como un problema de cohesión social, y no exclusivamente delincuencial. Al crimen del orden común y al organizado se le combate también con educación, solidaridad, empleos dignos, proyecto de desarrollo, y no sólo con balas que terminan asesinando a criminales, pero también a niñas y niños inocentes como ha ocurrido a lo largo y ancho del país.

Se ha llegado al absurdo de medir la eficacia de la guerra que estamos viviendo en términos del número de “bajas” de uno u otro bando, e insistiendo en los comunicados oficiales que los muertos, en su inmensa mayoría, son delincuentes; como si eso redujera la barbarie que implica asumir que es positivo matar, aun cuando se trate del peor de los líderes de las bandas delincuenciales.

El debate nacional que debiera asumirse no es si la estrategia de guerra que se sigue es la adecuada; es que nunca debimos llegar a tal situación. La guerra, decía Tzun Tzu, es en todo caso un grave error; pero es peor no estar preparado para cuando ésta acecha; y eso es precisamente lo que ocurrió en México.

Calderón y sus asesores se han equivocado en casi todo en este aspecto. Por ejemplo, más allá del debate de la legalización de las drogas, lo que debió generarse era una intensa estrategia de prevención y reducción de las adicciones. Abatir el consumo significa abatir la oferta y con ello disminuir las capacidades de los criminales.

Al contrario de esto, la última Encuesta Nacional de Adicciones revela que en los últimos cinco años el consumo de mariguana y cocaína creció exponencialmente; que el abuso del alcohol también se disparó y que se redujo significativamente la edad de inicio en el consumo de todas las drogas.

La Encuesta Nacional de Violencia en las Relaciones de Noviazgo muestra que más del 60% de las jóvenes en México han sufrido violencia durante el noviazgo. La Encuesta Nacional de Discriminación, Intolerancia y Violencia en Educación Media Superior indica que más del 70% de los jóvenes mexicanos vive con altos niveles de estrés; y el más reciente estudio de Unicef sobre violencia en la educación básica nos muestra un panorama desolador de agresión y violencia desde la niñez.

Calderón ha intentado explicar su estrategia de combate a la impunidad y la corrupción —el otro cáncer asociado a la delincuencia—, sosteniendo que “las escaleras se barren de arriba hacia abajo”. El problema es asumir que hay que barrer cuando la casa está en llamas y en camino de derrumbarse.

Delitos como el de la trata de personas presentan un índice de impunidad de prácticamente el 100%; del total de los delincuentes detenidos, por cualquier delito, en menos del 15% de los casos los procesos judiciales llegan a las últimas instancias; mientras que casi uno de cada nueve delitos no son denunciados debido a la percepción generalizada en torno a que la autoridad es corrupta o ineficaz.

El Presidente está profundamente equivocado; ha abierto numerosos frentes que antes de beneficiarle, le han ganado animadversiones incluso en grupos que hace seis meses mostraban lealtad hasta la ignominia.

Cada vez más solo, Calderón comenzará sentir el agotamiento del poder, y dado su carácter explosivo, puede tomar decisiones extremas, erróneas y contrarias a toda vocación democrática y decidida a proteger los derechos humanos a costa de lo que sea.

El peor error que puede cometer el Presidente es seguir con su estrategia de polarización social, sobre todo porque la violencia criminal que se vive por todas partes está derivando muy rápidamente en violencia política.

Si el asesinato del candidato a gobernador en Tamaulipas y del ex gobernador de Colima en este 2010 no son alarmas suficientes, entonces quiere decir que, peligrosamente, al Presidente no le importa conducirnos a una violencia extrema, escenario que resulta a veces impensable, pero cuyas dimensiones deben exigirnos asumir que la violencia significa llanamente el fracaso de todos.

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