jueves, 10 de diciembre de 2009

¡Adiós a la pobreza! Periódico La Crónica

Saúl Arellano

Jueves 10 de Dic., 2009
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=474731
 
En uso de sus facultades constitucionales, aunque parece que no de las mentales, el Ejecutivo federal decidió que era buena idea realizar cambios en su gabinete, más apurado por el desgaste político, que por la construcción de una visión de país incluyente.


La más que anunciada salida del doctor Carstens de la Secretaría de Hacienda llevó al Ejecutivo a nombrar como su sucesor a uno de sus hombres de mayor confianza, aunque no necesariamente la confianza del Presidente es la misma que la de los mercados internacionales.

A diferencia de lo que ha ocurrido en otras latitudes, cuando es nombrado un nuevo funcionario de este nivel, la reacción de los mercados es positiva. Así ha ocurrido en los casos de Estados Unidos e Inglaterra, donde el anuncio de quienes ocuparían el Departamento del Tesoro o el Ministerio de Hacienda en Inglaterra, detonó un nuevo impulso y una renovada confianza de los inversionistas.

En nuestro país, por el contrario, todo el día de ayer, la Bolsa Mexicana de Valores estuvo registrando número rojos, con una ligera recuperación sólo al final de la jornada, y aún con ello, cerrando con una ligera pérdida.

La salida de Ernesto Cordero de la Secretaría de Desarrollo Social obligó entonces al nombramiento de un nuevo titular de la dependencia que como mayor experiencia en los temas relacionados con la pobreza, cuenta haber sido presidente de la Coparmex en el estado de Sinaloa, y haberse desempeñado recientemente en la atención de pequeñas y medianas empresas en la Secretaría de Economía.

Con estos cambios, parece que en lo que resta del sexenio podremos decir “adiós a la pobreza”, sí, pero de la agenda gubernamental, porque sólo va a faltar que en lo que viene, se asuma, como en los peores tiempos del sexenio de Fox (léase los seis años de su mandato), se consideró que los pobres lo son sustancialmente por su falta de cultura emprendedora y por su falta de capacidades empresariales.

Usar una metáfora para ilustrar lo que ocurre en nuestro país es válido en estos momentos: los cambios anunciados ayer son el equivalente a que, en medio de una tormenta, el capitán decide cambiar al timonel y mandarlo de jefe del almacén; traer en su lugar al jefe de operaciones, y a éste sustituirlo por el jefe de las negociaciones comerciales en tierra.

El día de hoy, apenas 24 horas después de estar estrenando oficina, el nuevo Secretario de Desarrollo Social se encontrará con la presentación de las nuevas cifras, resultado de lo que se conoce como la primera medición multidimensional de la pobreza en México.

Sin duda, se trata de un ejercicio técnico y conceptual de calidad mundial, generado por los consejeros y expertos que integran el Coneval, pero también es cierto que se trata de cifras obtenidas a través de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto, 2008, por lo que estos resultados deberán leerse en la consideración de que no recogen el durísimo impacto que ha tenido la crisis a lo largo del 2009, tanto en el desempleo como en los ingresos de las familias.

Hace unas pocas semanas, el Ejecutivo federal había anunciado que una de sus mayores prioridades es el combate a la pobreza. Si con ello nos quería anticipar que colocaría en la Secretaría de Hacienda a Ernesto Cordero, para que desde ahí maneje a la Sedesol, es muy mala señal, tanto en el ámbito político, como en el combate en serio a la desigualdad.

Mala noticia para los pobres y malas noticias en general para el país. La transformación social de México requiere de un acuerdo político de grandes proporciones, que altere las tendencias estructurales de concentración del ingreso, y que modifique las políticas para el desarrollo social. El detalle se encuentra en que para esto se requiere de una personalidad política mayor y, con todo respeto sea dicho, el nuevo Secretario es un completo desconocido, al menos en el sector social.

En este escenario no hay mucho que esperar en los discursos que habrán de pronunciarse el día de hoy. Seguramente escucharemos las mismas frases gastadas de toda la vida: “las cosas se han hecho bien, pero falta mucho por hacer”; “si no hubiera sido por nuestras acciones, la crisis no sólo hubiera hundido el barco, también lo hubiera quemado”, y “bla, bla, bla”.

Ante una sucesión presidencial tan adelantada, ante los peligros inminentes de una “recaída financiera” nacional; pero sobre todo, ante la inmisericorde realidad que aqueja a más de 20 millones de personas que hoy viven en la pobreza alimentaria, la pregunta es ¿con este Gobierno vamos a avanzar decididamente al abatimiento de la pobreza y la desigualdad?

Mi hipótesis es que ni la una ni la otra. Una política pública se mide en función de su eficacia, y por los resultados que tenemos en el país, puede sostenerse que las políticas públicas con que contamos no alcanzan a resolver la dimensión de los problemas para los que fueron diseñadas.

Con las decisiones de ayer, el Gobierno hizo oficial que en esta administración, se le ha dicho definitivamente adiós a la pobreza.

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