sábado, 19 de junio de 2010

37,941 crímenes de odio en 5 años. Periódico La Crónica

Saúl Arellano,
Opinión Domingo 20 de Junio, 2010


Ella Wheeler Wilcox, una poeta norteamericana, fallecida en 1919, escribió: “pecar callando cuando debemos protestar, convierte a los hombres en cobardes”. Cuando se protesta, sin embargo, la mesura y la vocación de paz deben prevalecer. Esto, porque la violencia no puede erradicar la violencia, aún cuando nos hemos empecinado a lo largo de nuestra historia humana en tratar de demostrar lo contrario, y hay que decirlo, con terribles resultados.

Nos advirtió Bertolt Brecht en uno de sus hermosos poemas: “Y sin embargo, sabíamos que también el odio contra la bajeza desfigura la cara. También la ira contra la injusticia pone ronca la voz”.

1935 es un año negro en la historia de la humanidad. Puede decirse que en ese año comenzó la persecución oficial de los judíos por parte de los nazis. En efecto, en ese año se promulgaron las llamadas Leyes de Nuremberg, en las que se le negó la nacionalidad alemana a toda persona judía, así como el acceso a los derechos sociales.

Sin pretender jamás que los Estados Unidos tengan una política de Estado racista, sí puede decirse que la “Senate Bill 1070” tiene contenidos marcadamente xenófobos y que repite el mismo error histórico que se cometió en la Alemania Nazi: criminalizar a los extranjeros basándose en criterios raciales; comparte además como similitud con las leyes de Nuremberg, la obligatoriedad de que los “no-norteamericanos” porten identificaciones, además de que se les niega el acceso a los servicios públicos elementales.

La ley complementaria que ya se prepara en Arizona es aún mucho más racista y similar a las medidas de los nazis: intenta negar la nacionalidad a los niños y niñas que, aún naciendo en los Estados Unidos, sean hijos de “no-americanos” radicados irregularmente en su territorio.

Hanna Arendt explica en Los orígenes del totalitarismo, que el régimen nazi no surgió de la nada. Muy por el contrario, encontró profundos asideros en lo que llamó “un racismo popular”, es decir, una cultura racista ampliamente difundida y compartida por numerosos sectores sociales.

En esa lógica, lo que puede advertirse en los Estados Unidos es una creciente cultura anti-inmigrante, que ante la crisis económica, la incertidumbre ecológica y una creciente violencia social, podría rápidamente pasar a la búsqueda de “chivos expiatorios”, y como consecuencia adquirir peligrosos tintes violentos.

Tuve la oportunidad de participar en 2005 como becario del International Visitors Program, patrocinado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos. En él, pude constatar las profundas raíces democráticas de las instituciones de aquél país; por lo que puedo sostener que la SB 1070 va en contra de los fundamentos que le dan legitimidad al régimen político norteamericano.

Hay datos que muestran las dimensiones del racismo, la xenofobia y la intolerancia que prevalece en los Estados Unidos. El primero de ellos es el relativo a que entre 2004 y 2008, según los datos del U.S. Department of Justice, se han cometido en ese país 37,941 crímenes de odio.

Como resultado de estos crímenes, se tiene otra cifra más que preocupante: el número de víctimas asciende a 47,210 personas; de las cuáles, más del 50% lo fueron por motivos raciales, es decir, más de 23,600 personas que sufrieron alguna agresión por su origen racial o pertenencia étnica.

Por lo anterior, llama poderosamente la atención la estulticia del Gobierno mexicano, expresada en los tibios reclamos emitidos ante los recientes asesinatos de connacionales en la frontera con los Estados Unidos, en los que ni por asomo se exigió que se abran averiguaciones por crímenes de odio, y no por brutalidad policiaca, amén de exigir que los perpetradores sean juzgados aquí.

Con todo, esos crímenes deben llevarnos de aquél, pero también de este lado de la frontera, a una profunda reflexión compartida en torno a los derechos humanos y a la necesidad de erradicar de nuestras culturas cualquier rasgo de racismo, y xenofobia.

2008 ha sido, durante el período en el que se cuenta con información al respecto, el año más violento en lo que a crímenes de odio se refiere: 7,783 casos, con 9,691 víctimas.

En nuestro país no contamos con información sobre el tema y lo más grave es que, según los más recientes informes sobre migración y trata de personas elaborados por la CNDH, lo que sabemos es que en nuestro territorio también se ejerce una inadmisible discriminación y crímenes no juzgados, motivados por el origen étnico y la nacionalidad de los inmigrantes en situación irregular que provienen de Centroamérica.

No podemos darnos el lujo de la cobardía y no protestar, apelando a Wheeler Wilcox; pero tampoco podemos exigir acciones justicieras basadas en el odio, como nos lo señala Bertolt Brech.

Lo que requerimos con urgencia es una nueva ética de la solidaridad que nos permita dialogar en la diferencia, así como comprender que la convivencia solidaria en nuestro frágil planeta, es hoy más que nunca la clave para superar los dilemas morales más urgentes que nos asedian: el hambre, la desigualdad y la posibilidad de un cataclismo ecológico provocados por una civilización que no ha encontrado cómo construir una ética convivencial, con todos los seres humanos, pero también con la naturaleza.

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