sábado, 5 de junio de 2010

El país de los victimarios impunes. La Crónica

Saúl Arellano
Opinión. Domingo 6 de Junio, 2010

Cada vez más, México se aproxima a la semejanza absoluta con la figura del mundo al revés. Imagen de ello es el hecho de que, mientras el presidente de la República hurga en los osarios patrios, la impunidad de los perpetradores de los más infames crímenes campea a diestra y siniestra los cuatro puntos cardinales de nuestro país.

La muerte de 49 niñas y niños justifican plenamente la declaratoria del día 05 de junio como Día de Luto Nacional. Empero, como siempre, la insensibilidad del gobierno hace que llegue otra vez tarde, reaccionando sólo ante el alud de críticas, medidas por las encuestas de los Pinos, y con base en las cuáles se tomó la decisión de “no exponer más al presidente” en reuniones públicas con los deudos de las víctimas inocentes.

Es triste decirlo pero el licenciado Calderón está en ruta de ser señalado en el futuro como uno de los Presidentes de mayor inmoralidad en la historia de nuestro país. Cabe esta posibilidad, porque fue él mismo quien asumió públicamente el término relativo a que las “bajas de civiles” constituyen sólo “daños colaterales”, cuando todos sabemos que este término se utiliza para decir pomposamente que la muerte de inocentes es aceptable.

El que el Presidente sostenga que la justicia mexicana se encuentra al mejor postor; y que el Secretario Gómez Mont diga que se subestimó la capacidad del crimen organizado, no son actos de honestidad sino de cinismo, pues lo que nos están diciendo es que nos metieron en un laberinto que a estas alturas parece ser uno de los que no tienen salida.

Si el Presidente sabe que no hay justicia posible para los mexicanos pobres, ¿en dónde está su iniciativa para reformar las estructuras y procedimientos con base en los cuales actúan ministerios públicos, fiscales y procuradores?

Si el secretario de gobernación reconoce que no se tenía idea de las dimensiones del narco, ¿en dónde está hoy el nuevo diagnóstico de inteligencia que nos ponga sobre aviso de los mapas de riesgo, criterios de búsqueda y detención de criminales, esquemas de organización de los delincuentes y listas de funcionarios corruptos, mapas sobre arsenales y trasiego de armas?

La violencia en México nos ha colocado en una situación límite. Hoy ser una víctima en nuestro país ha cobrado un nuevo sentido. Ya no se trata sólo de aquellas personas que han sufrido algún daño o ataque de parte de la delincuencia, sino de que en esa circunstancia no tienen a quién acudir para exigir la reparación del daño.

Estamos en un país en el que los únicos que tienen garantías, sobre todo extrajudiciales, son los delincuentes. Porque gozan de la protección de las autoridades; porque pueden sobornar jueces y hasta magistrados; porque atentan contra de los medios de comunicación; y porque pueden llegar al extremo del terrorismo, como en Morelia en aquél negro 16 de septiembre.

Hay pocas experiencias tan frustrantes en nuestro país como la de acudir a un Ministerio Público a interponer una denuncia de hechos. Antes que lugares de resguardo o como dice la Ley, de “representación pública”, parecen cuevas de ladrones en donde el temor es que los datos proporcionados por los quejosos sean utilizados para posteriores y peores ofensas que las ya recibidas.

México está fracturado porque los gobiernos del PAN, en lo federal, y los de todos los partidos en lo local, han sido incapaces de combatir la corrupción como un factor clave para la consolidación democrática. Muy por el contrario, al llegar al poder la han prohijado, alentado y protegido.

¿Por qué no se ha hecho justicia en los casos de los niños asesinados en Tamaulipas? ¿Y en el de los jóvenes asesinados en una fiesta en Chihuahua? ¿Y en el de los estudiantes del Tecnológico de Monterrey? ¿Y en el caso de las indígenas asesinadas en Oaxaca? ¿Y en el de los más de 20 ejecutados en La Marquesa, en el estado de México? ¿Y en el de los periodistas asesinados en el ejercicio de su trabajo? ¿Y en los cientos de casos de denuncias de tortura, amenazas y hostigamiento contra luchadores sociales?

Enfrentamos un negro panorama y lo más preocupante es que, en la afición presidencial por las calaveras, se está olvidando que los huesos algún día estuvieron recubiertos de carne, de sangre tibia, de músculos y por supuesto, de anhelos, de voluntad y vida. Y nadie, absolutamente nadie, puede confiar en un presidente que le rinde culto a la muerte y no a la realización de la vida en el presente para la construcción de un futuro en libertad y dignidad.

No hay nada que fragmente y fracture más a una sociedad que vivir en medio de la impunidad y la corrupción. Y tampoco hay nada más cínico e inmoral que un gobernante, una vez sabiéndolo, se dedique más a promover la cultura de la muerte que a apostar por la vida, y la justicia como criterios elementales para cimentar un presente digno de ser vivido, y un futuro promisorio por el que valga la pena luchar y apostar todo.

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