domingo, 17 de octubre de 2010

La irracional política mexicana. Periódico La Crónica

Saúl Arellano
Opinión. Domingo ,17 de Octubre, 2010
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=538523

El lenguaje revela las mentalidades de las personas; a través de las palabras de que se sirven puede descubrirse si se trata de seres megalómanos, autoritarios, violentos, manipuladores, mentirosos o cínicos.

Hay un fenómeno inverso al mencionado y se genera cuando las personas no se sirven de la palabra, sino que deciden servirle, volverse sus custodios y en una relación profundamente íntima, se convierten en quienes pueden arrojar claridad ética sobre lo que ocurre en nuestra sociedad.

En la política mexicana hacen falta personas así. Se ha mostrado en múltiples ocasiones la infinita ignorancia de la mayoría de los políticos mexicanos; y que conste que no se trata de que anden recitando libros o poemas, sino que tengan la capacidad de procesar la complejidad de nuestros tiempos.

Es preocupante que nuestra clase política esté caracterizada por la irracionalidad. En términos generales, han convertido a la disputa electoral en un juego de mezquindades, apegándose en todos los casos a los más cínicos pragmatismos; de las propuestas, programas y proyecto de país no hay quien se acuerde.

Muestra de lo anterior son las plataformas político-electorales de todos los candidatos en todos los partidos; la construcción de los documentos que se registran ante los órganos electorales se han convertido en el gran negocio de consultorías y despachos que cobran cientos de miles de pesos por “refritos” en los que en ocasiones incluso repiten el nombre de municipios o entidades en que previamente trabajaron.

La ausencia de ideología, en el sentido más estricto del término, es un riesgo mayor para nuestro país, porque entonces todo se queda en la lógica de la racionalidad ramplona de quienes defienden, por ejemplo, que las alianzas entre izquierda y derecha son “exitosas” simplemente porque obtienen victorias electorales.

El problema de posiciones así consiste en asignarle un sentido o significado político al concepto de “éxito”. Hacerlo constituye un despropósito teórico y una muestra más de la irracionalidad en que se desarrolla el análisis de lo que está ocurriendo en nuestro atribulado país.

Nuestra política ha “vaciado” al lenguaje. Hoy da lo mismo hablar de seguridad social, derechos humanos, combate a la pobreza, educación, libertad, seguridad pública, equidad, etcétera. Y esto demuestra que no hay políticos que tengan una claridad conceptual de qué es lo que están diciendo u ofreciendo a la ciudadanía. Se trata, a final de cuentas, de hacer “discursos bonitos”.

En el extremo están personajes que como Vicente Fox tiene por costumbre ejercitar la estulticia hasta el paroxismo. En la misma categoría está el gobernador de Jalisco, Jorge Emilio González Márquez, sinónimo del conservadurismo extremo y de una intolerancia propia de un troglodita.

Por su parte, el secretario de Desarrollo Social sostiene públicamente que él “juega póquer con cartas abiertas”. Más allá de que se trata de una figura o un intento de metáfora, es inaceptable que un Secretario de Estado se conciba a sí mismo como un tahúr; porque hasta donde yo recuerdo, en el póquer el que gana, gana todo, y deja en la ruina a los demás.

Hay otros ejemplos que esconden con sutileza el carácter autoritario de los políticos; el más grave es el del Presidente de la República, quien un día le endilga a su adversario la categoría de ser “un peligro para México”, y días se llena la boca con un discurso en el que apela a la tolerancia y al respeto a las diferencias.

La ligereza con que nuestros políticos hablan debe ser un motivo de preocupación para los ciudadanos. No podemos permitir continuar siendo gobernados por entes iletrados que no son capaces de transmitir con claridad sus ideas y mucho menos, podemos conformarnos a que nuestro futuro siga en manos de cínicos irresponsables que lo único que están buscando es enriquecerse a costa del bienestar de la mayoría.

Es momento de que los ciudadanos nos arriesguemos a “ir más allá”; de asumir que nuestro país requiere de los ciudadanos de todo lo que se tiene; en voz del filósofo Finkielkraut: “de todo un dinero ganado miserablemente, todo un dinero de pobre y de miserable, todo un dinero de gentes humildes, de miseria y de pobreza; todo el tiempo, toda la vida, toda la carrera, toda la salud… la ruina del cuerpo, todas las ruinas, la ruptura del corazón… toda la vida social. Toda la vida del corazón, en fin, de todo”.

Lo irracional de la política mexicana está en su pragmatismo y en su renuncia a la emoción social para servir a los demás, con entrega y con todas las capacidades de que se dispone. Y me atrevo a sostener que en gran medida, esa carencia está determinada por su incapacidad de comprometerse con lo mejor del espíritu humano; con lo mejor del lenguaje y con el coraje de intentar comprender la complejidad e intentar transformarla.

Necesitamos políticos que, parafraseando a otro gran filósofo, François Michelet, tengan el arrojo de salir al encuentro del país desde una “visión apasionada, desde miradas nuevas, animadas, ardientes” como se mira pues, “bajo la primera atracción del amor”.

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