domingo, 3 de octubre de 2010

¿Por qué no funciona el Congreso? Periódico La Crónica

Saúl Arellano
Opinión Domingo 3 de Octubre, 2010
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=535613

A la memoria de las víctimas del 2 de octubre

La naturaleza de la democracia se funda en el ejercicio del diálogo. No puede concebirse a la política sin una práctica deliberativa ni mucho menos a un Parlamento sin vocación discursiva, en el sentido de hacer públicas sus posiciones y de presentar, de cara a la ciudadanía, los argumentos y evidencia científica que las respaldan.

La esencia de la democracia se encuentra pues en su carácter dialogante y en la puesta en práctica de la inteligencia social, en aras de construir procesos de largo plazo dirigidos a la generación del bienestar y a la elevación de la calidad de vida de las personas y sus familias.

Lo opuesto es la formación de grupos facciosos que tienen como propósito defender intereses particulares; camarillas dispuestas a todo en aras de conseguir privilegios a costa de la pobreza de millones, así como más poder en detrimento de las libertades y las capacidades ciudadanas para ejercerlas.

No hay nada peor para una democracia que la conquista del poder por uno o varios de estos grupos, los cuales generalmente logran diseñar aparatos publicitarios y propagandísticos con la capacidad de decir y sostener todo aquello en lo que no creen y con respecto a lo cual nunca actúan en congruencia.

Me atrevo a sostener que la inmensa mayoría de las y los legisladores están en sus cargos como producto de acuerdos políticos cupulares; la mayoría de ellos no tiene ni experiencia previa ni conocimientos especializados en los temas que dicen encabezar, y a pesar de los inmensos currículum que presentan, la mayoría no ha acreditado una historia de vida de servicio público ni de vocación de país.

Valdría la pena realizar un proceso de evaluación del Congreso que, en el marco de las Garantías que establece la Constitución para proteger su autonomía e independencia, nos permitiera a los ciudadanos saber qué partidos están representando en serio los intereses populares, y quiénes los cupulares o bien, quiénes están ahí simplemente para cobrar los 150 mil pesos mensuales que nos cuesta cada uno de ellos en la nómina.

Por ejemplo, sería importante realizar un examen, tipo las pruebas ENLACE, aplicado a los legisladores en torno a los temas que les corresponde analizar en las comisiones que presiden o de las que forman parte. De hecho lanzo el reto y podría asegurar que más del 60% de los diputados y senadores no pasarían un examen así.

Si bien todo esto tiene que ver con un problema mayor de ignorancia, lo cierto es que se trata aún más de una cuestión ética. Las dirigencias de los partidos, las elites políticas y económicas y los poderes fácticos, están en su mayoría corrompidos por una ambición desmedida y por una vocación de poder que busca el lucimiento y la fama, antes que el servicio a la Patria.

¿Quién pudiera en el Congreso defender a México, pensado y sentido como en el inigualable poema Piedra de Sol, de Octavio Paz? Dice ahí el poeta: “tu falda de maíz ondula y canta, tu falda de cristal, tu falda de agua, tus labios, tus cabellos, tus miradas, toda la noche llueves, todo el día abres mi pecho con tus dedos de agua, cierras mis ojos con tu boca de agua, sobre mis huesos llueves, en mi pecho hunde raíces de agua un árbol líquido”…

El día de ayer se conmemoró en México un aniversario más de la cruel represión de 1968; síntesis de la vergüenza de un régimen que se negó al diálogo e intentó acallar las voces de la crítica con las balas asesinas, ordenadas por un loco que juraba haber conjurado la peor de las conspiraciones contra la patria.

Este episodio bochornoso, para muchos punto de inflexión de nuestro inacabado transitar hacia la democracia, nos debe enseñar que urge la reconciliación; urge abrir los espacios para el encuentro de las diferencias y urge la reconstrucción de una clase política motivada por el Amor —escrito a propósito con mayúscula— por nuestro país.

México y sus venas abiertas, por las que fluye la sabia de una libertad que no termina de ser lo que debe ser. Un país que enternece y conmueve en la belleza de sus profundas raíces y tradiciones, y que al mismo tiempo encarna el enojo y la furia ante la injusticia, el hambre y la desesperación social.

Así pues, ha pasado un mes desde que inició el Periodo Ordinario de Sesiones y no ha ocurrido nada relevante en el Congreso: la diatriba y el pleito del día siguiente llenan las agendas, mientras que la testaruda realidad nos espeta en el mundo de lo cotidiano que hay 20 millones de hambrientos que claman por su reivindicación.

Asistimos a un pleito por los despojos, y cual buitres y chacales, todos buscan llevar un poco más de los hilachos del Presupuesto a sus entidades, porque saben que con ello quizá, tendrán los votos suficientes para ganar la próxima elección. No es para eso que los elegimos y es tiempo que los ciudadanos alcemos aún más la voz y tengamos la dignidad de recordárselos. 

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