domingo, 24 de octubre de 2010

Se equivoca Usted, Señora Beatriz Paredes. Periódico La Crónica

Saúl Arellano | Opinión Domingo 24 de Octubre, 2010
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=539952

En la sesión del jueves 21 de octubre la Cámara de Diputados fue testigo de uno de los actos de incongruencia ideológica más bochornosos en que ha incurrido el PRI en muchos meses. Quizá mi ignorancia sea muy grande, pero que yo recuerde, ningún socialdemócrata —posición en la que la Lic. Paredes ha dicho situarse— impulsaría la creación de “vales” para que en lugar de que la seguridad social proteja el derecho a la salud de la población, sea la empresa privada la que dé surtimiento a las recetas.

Asumir lo anterior es, como diría el clásico, “poner a la carreta delante de los bueyes”, y no comprender que la seguridad social forma parte de un proyecto de cohesión social de envergaduras mayores, y no una cuestión técnica-presupuestaria a la que han pretendido reducirla tecnócratas como Santiago Levy o el actual director Daniel Karam.

Es preocupante que la diputada Beatriz Paredes y el diputado Jorge Carlos Marín olviden su origen y den la espalda a uno de los proyectos sociales más importantes que surgieron de los gobiernos autodenominados como “Revolucionarios”.

En la sesión del jueves, la mayoría de los priistas se comportó a la altura de los panistas y representantes de la derecha que en 1943 se opusieron a la creación del Seguro Social, bajo el argumento de que el mercado privado es mucho más eficiente en la prestación de los servicios sociales; para demostrar que no es así baste recordar el caso de la guardería ABC.

Hay que preguntarle al PRI: ¿Qué sigue? ¿Dar vales para también desmantelar la educación pública? ¿Renunciar a un Estado Social capaz de garantizar los derechos humanos de toda su población?

Es una mala noticia para el país que la dirigencia del PRI apueste por las alianzas políticas de coyuntura antes que por las instituciones del Estado; también es mala noticia que el PRI, un partido con la oportunidad de transformarse para renovar un proyecto social tendiente a construir una nación generosa, apueste por alianzas que no tienen como mira sino el triunfo electoral del mes siguiente.

¿Por qué la Señora Paredes ha avalado alianzas con un partido como el Verde Ecologista, que propugna por la pena de muerte? Para un partido que forma parte de la Internacional Socialista esto debería ser motivo suficiente para romper todo acuerdo o negociación.

No sé si los asesores de la presidenta del PRI le hayan advertido que detrás de esta propuesta hay un mercado de alrededor de 30 mil millones de pesos. No sé si quienes evaluaron la propuesta no saben de los poderosos intereses que están presionando para que pase esta iniciativa.

Si no es así, deberían enterarse, además, de que un esquema como el que proponen sería aún más perverso que el del Seguro Popular, en el cual las compras diferenciadas en las entidades han llevado a un incremento de casi el 30% en un año en diversos medicamentos del cuadro básico, y que son las entidades con menos recursos las que más están pagando y peores esquemas de compra están logrando construir.

¿No le advirtieron a la Señora Paredes de las dificultades técnicas que hay en un proyecto así? ¿Qué van a hacer? ¿Incorporar recetas con chip para evitar su falsificación? ¿Y el costo del envasado de las medicinas que se distribuyen en las farmacias privadas, quién lo va a absorber?, además de un largo etcétera que aún cuando se tratase de una mera cuestión técnica, tendría implicaciones sociales y presupuestales peores a las de llevar a cabo una reforma integral de la seguridad social.

Lo que está en el fondo de esta discusión es el país que queremos construir y el PRI, por lo que puede juzgarse en los temas sociales, le ha dado la espalda a los principios que dice defender y que no deberían ser otros, al menos por congruencia histórica, sino los postulados de la Revolución Mexicana.

Es ominoso que a unos días del Centenario de nuestra Revolución, el PRI intente dar un albazo de este tipo, del lado del peor aliado que puede tener en términos de declaración de principios, ideología y valores.

En función de esa conmemoración, el PRI debería estar más preocupado por los 30 mil muertos por desnutrición que van en este sexenio; por los 50 millones de pobres que hay, 11 de los cuales son saldo de la actual administración panista; por los 2.5 millones de desempleados que hay en México, y por los más de 2.7 millones de niños que trabajan.

La reforma a la seguridad social que nos falta debería buscar que el 62% de la población que no tiene cobertura, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Seguridad Social, 2009, pueda acceder a servicios integrales de salud, independientemente de su condición laboral.

Por éstas y por muchas otras razones, la dirigente nacional del PRI se equivoca, porque al avalar el intento de votación de la iniciativa sobre los “vales de medicinas” del Partido Verde, se pone del lado de las peores políticas de derecha que hay en el mundo. Si no lo creen, que volteen a ver lo que está pasando en París.

domingo, 17 de octubre de 2010

La irracional política mexicana. Periódico La Crónica

Saúl Arellano
Opinión. Domingo ,17 de Octubre, 2010
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=538523

El lenguaje revela las mentalidades de las personas; a través de las palabras de que se sirven puede descubrirse si se trata de seres megalómanos, autoritarios, violentos, manipuladores, mentirosos o cínicos.

Hay un fenómeno inverso al mencionado y se genera cuando las personas no se sirven de la palabra, sino que deciden servirle, volverse sus custodios y en una relación profundamente íntima, se convierten en quienes pueden arrojar claridad ética sobre lo que ocurre en nuestra sociedad.

En la política mexicana hacen falta personas así. Se ha mostrado en múltiples ocasiones la infinita ignorancia de la mayoría de los políticos mexicanos; y que conste que no se trata de que anden recitando libros o poemas, sino que tengan la capacidad de procesar la complejidad de nuestros tiempos.

Es preocupante que nuestra clase política esté caracterizada por la irracionalidad. En términos generales, han convertido a la disputa electoral en un juego de mezquindades, apegándose en todos los casos a los más cínicos pragmatismos; de las propuestas, programas y proyecto de país no hay quien se acuerde.

Muestra de lo anterior son las plataformas político-electorales de todos los candidatos en todos los partidos; la construcción de los documentos que se registran ante los órganos electorales se han convertido en el gran negocio de consultorías y despachos que cobran cientos de miles de pesos por “refritos” en los que en ocasiones incluso repiten el nombre de municipios o entidades en que previamente trabajaron.

La ausencia de ideología, en el sentido más estricto del término, es un riesgo mayor para nuestro país, porque entonces todo se queda en la lógica de la racionalidad ramplona de quienes defienden, por ejemplo, que las alianzas entre izquierda y derecha son “exitosas” simplemente porque obtienen victorias electorales.

El problema de posiciones así consiste en asignarle un sentido o significado político al concepto de “éxito”. Hacerlo constituye un despropósito teórico y una muestra más de la irracionalidad en que se desarrolla el análisis de lo que está ocurriendo en nuestro atribulado país.

Nuestra política ha “vaciado” al lenguaje. Hoy da lo mismo hablar de seguridad social, derechos humanos, combate a la pobreza, educación, libertad, seguridad pública, equidad, etcétera. Y esto demuestra que no hay políticos que tengan una claridad conceptual de qué es lo que están diciendo u ofreciendo a la ciudadanía. Se trata, a final de cuentas, de hacer “discursos bonitos”.

En el extremo están personajes que como Vicente Fox tiene por costumbre ejercitar la estulticia hasta el paroxismo. En la misma categoría está el gobernador de Jalisco, Jorge Emilio González Márquez, sinónimo del conservadurismo extremo y de una intolerancia propia de un troglodita.

Por su parte, el secretario de Desarrollo Social sostiene públicamente que él “juega póquer con cartas abiertas”. Más allá de que se trata de una figura o un intento de metáfora, es inaceptable que un Secretario de Estado se conciba a sí mismo como un tahúr; porque hasta donde yo recuerdo, en el póquer el que gana, gana todo, y deja en la ruina a los demás.

Hay otros ejemplos que esconden con sutileza el carácter autoritario de los políticos; el más grave es el del Presidente de la República, quien un día le endilga a su adversario la categoría de ser “un peligro para México”, y días se llena la boca con un discurso en el que apela a la tolerancia y al respeto a las diferencias.

La ligereza con que nuestros políticos hablan debe ser un motivo de preocupación para los ciudadanos. No podemos permitir continuar siendo gobernados por entes iletrados que no son capaces de transmitir con claridad sus ideas y mucho menos, podemos conformarnos a que nuestro futuro siga en manos de cínicos irresponsables que lo único que están buscando es enriquecerse a costa del bienestar de la mayoría.

Es momento de que los ciudadanos nos arriesguemos a “ir más allá”; de asumir que nuestro país requiere de los ciudadanos de todo lo que se tiene; en voz del filósofo Finkielkraut: “de todo un dinero ganado miserablemente, todo un dinero de pobre y de miserable, todo un dinero de gentes humildes, de miseria y de pobreza; todo el tiempo, toda la vida, toda la carrera, toda la salud… la ruina del cuerpo, todas las ruinas, la ruptura del corazón… toda la vida social. Toda la vida del corazón, en fin, de todo”.

Lo irracional de la política mexicana está en su pragmatismo y en su renuncia a la emoción social para servir a los demás, con entrega y con todas las capacidades de que se dispone. Y me atrevo a sostener que en gran medida, esa carencia está determinada por su incapacidad de comprometerse con lo mejor del espíritu humano; con lo mejor del lenguaje y con el coraje de intentar comprender la complejidad e intentar transformarla.

Necesitamos políticos que, parafraseando a otro gran filósofo, François Michelet, tengan el arrojo de salir al encuentro del país desde una “visión apasionada, desde miradas nuevas, animadas, ardientes” como se mira pues, “bajo la primera atracción del amor”.

sábado, 9 de octubre de 2010

Los ciudadanos y los medios. Periódico La Crónica

Saúl Arellano | Opinión
Domingo 10 de Octubre, 2010
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=537067 


Tenemos en México una extraña tendencia hacia la autoflagelación. Cuando hablamos de nuestros males nacionales, las generalizaciones fluyen y el argumento del “todo está mal y nadie hace nada” se pronuncia casi siempre en tono doctoral.

También se encuentra la idea extendida de que los mexicanos somos como los cangrejos: “cuando alguien intenta salir de la cubeta, los de abajo lo jalan para que no lo logre”; y algo hay de cierto en esta aseveración. Es de uso corriente, por ejemplo, que a las niñas y niños que más estudian se les catalogue de “barberos”, “matados”, “nerds”, “extraños”, “desadaptados” y un largo etcétera.

Empero, frente a estas ideas vale la pena preguntar: ¿de verdad no tenemos remedio los mexicanos? ¿De verdad nada se hace y todos somos una horda de trogloditas que no tenemos la capacidad de ser solidarios?

Hay evidencia de que las cosas no son así; hace poco se conmemoró un aniversario más del terrible sismo de 1985, y además de la tragedia, lo que más se recuerda es el valor y el arrojo de una sociedad que desbordó al gobierno en inteligencia, acción y compromiso con los afectados.

Así también, cada que hay un huracán o cualquier otro desastre natural, la gente se vuelca a los centros de acopio y se muestra solidaria con nuestros hermanos en desgracia. Y aún más, en casos como el terremoto de Haití, fue el pueblo mexicano uno de los que más ayuda aportaron al grado de que una vez más, desbordaron las capacidades de las autoridades para recibir adecuadamente la ayuda entregada por millones de personas.

Somos un gran país atribulado por muchos problemas, no hay duda; pero soy de los que nos resistimos a creer que nada puede hacerse y que lo poco que pueda conseguirse con la acción ciudadana no tiene sentido ni impactos positivos.

Por eso es importante destacar la nueva tendencia que se ha generado, desde la cual se han construido nuevas alianzas entre la sociedad civil y los medios de comunicación. Esta nueva forma de inteligencia social es muy importante y debe potenciarse. Y en ese sentido, es una gran noticia que los medios tengan cada vez más autonomía y que se pongan cada vez más del lado de la sociedad, cumpliendo con ello la tarea fundamental que les asigna la Constitución y nuestras leyes.
El Premio La Crónica que se otorgará el próximo día 13 de octubre es un ejemplo de esto que aquí se habla. Una iniciativa que surge para reconocer a destacadas mexicanas y mexicanos sin mayor propósito que destacar mucho de lo mejor que tenemos, y mostrarnos que México sí tiene futuro y que en nuestro país sí hay muchas cosas que se están construyendo y logrando a pesar del Gobierno y de los políticos.

La mayor lección que podemos obtener de este tipo de iniciativas es que si los ciudadanos y los medios podemos ir de la mano en la brega por un país más justo y generoso, podremos resistir todo lo que venga y vamos a construir muy rápido una verdadera democracia que no esté atrapada por las perversas lógicas de poder en que hoy se encuentra.

Una de las virtudes de mayor calado que nos enseñaron nuestros abuelos es la de la generosidad. Palabra hermosa que es definida por la Real Academia de la Lengua como “nobleza heredada de nuestros mayores”, pero también como la “propensión del ánimo a anteponer el decoro a la utilidad y al interés”.

Esto es justamente lo que va a poner en práctica La Crónica con el otorgamiento de este premio, y lo deseable es que más medios pudieran retomar la iniciativa y que se generase —¿por qué no?— una sana competencia en el ánimo de convertirse en quien mejor puede reconocer a los mexicanos ejemplares que están dando su tiempo, talento y a veces hasta su proyecto de vida, para construir una nación más justa.

México puede ser un país más bonito. Uno en el que la mayoría podamos actuar en libertad y realizar nuestros proyectos de vida. Podemos ser un país con acceso a más educación, con menos violencia, con mejor salud, con menos corrupción, con mayor equidad social.

Se trata de convencernos a nosotros mismos que no es por la vía de la queja permanente como vamos a transformarnos en un mejor país. Antes bien, lo importante es saber que el cambio, más allá de los lugares comunes, podemos comenzarlo cada quien desde nuestros espacios: siendo mejores estudiantes, mejores padres, mejores hijos, mejores ciudadanos.

No podemos merecer un mayor bienestar si no luchamos por él. Dice Silvio Rodríguez en una de sus canciones, que la libertad sólo es visible para quien la labra; y es el momento de darnos cuenta que nadie, sino nosotros mismos, va a otorgarnos aquello que no exijamos y aquello que no estemos dispuestos a construir.

México es cuna de personas ejemplares y de movimientos históricos de alcance mundial, y es hora de asumir el valor de reconocernos y de ser generosos unos con otros. Enhorabuena por La Crónica y por esta importante iniciativa.

domingo, 3 de octubre de 2010

¿Por qué no funciona el Congreso? Periódico La Crónica

Saúl Arellano
Opinión Domingo 3 de Octubre, 2010
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=535613

A la memoria de las víctimas del 2 de octubre

La naturaleza de la democracia se funda en el ejercicio del diálogo. No puede concebirse a la política sin una práctica deliberativa ni mucho menos a un Parlamento sin vocación discursiva, en el sentido de hacer públicas sus posiciones y de presentar, de cara a la ciudadanía, los argumentos y evidencia científica que las respaldan.

La esencia de la democracia se encuentra pues en su carácter dialogante y en la puesta en práctica de la inteligencia social, en aras de construir procesos de largo plazo dirigidos a la generación del bienestar y a la elevación de la calidad de vida de las personas y sus familias.

Lo opuesto es la formación de grupos facciosos que tienen como propósito defender intereses particulares; camarillas dispuestas a todo en aras de conseguir privilegios a costa de la pobreza de millones, así como más poder en detrimento de las libertades y las capacidades ciudadanas para ejercerlas.

No hay nada peor para una democracia que la conquista del poder por uno o varios de estos grupos, los cuales generalmente logran diseñar aparatos publicitarios y propagandísticos con la capacidad de decir y sostener todo aquello en lo que no creen y con respecto a lo cual nunca actúan en congruencia.

Me atrevo a sostener que la inmensa mayoría de las y los legisladores están en sus cargos como producto de acuerdos políticos cupulares; la mayoría de ellos no tiene ni experiencia previa ni conocimientos especializados en los temas que dicen encabezar, y a pesar de los inmensos currículum que presentan, la mayoría no ha acreditado una historia de vida de servicio público ni de vocación de país.

Valdría la pena realizar un proceso de evaluación del Congreso que, en el marco de las Garantías que establece la Constitución para proteger su autonomía e independencia, nos permitiera a los ciudadanos saber qué partidos están representando en serio los intereses populares, y quiénes los cupulares o bien, quiénes están ahí simplemente para cobrar los 150 mil pesos mensuales que nos cuesta cada uno de ellos en la nómina.

Por ejemplo, sería importante realizar un examen, tipo las pruebas ENLACE, aplicado a los legisladores en torno a los temas que les corresponde analizar en las comisiones que presiden o de las que forman parte. De hecho lanzo el reto y podría asegurar que más del 60% de los diputados y senadores no pasarían un examen así.

Si bien todo esto tiene que ver con un problema mayor de ignorancia, lo cierto es que se trata aún más de una cuestión ética. Las dirigencias de los partidos, las elites políticas y económicas y los poderes fácticos, están en su mayoría corrompidos por una ambición desmedida y por una vocación de poder que busca el lucimiento y la fama, antes que el servicio a la Patria.

¿Quién pudiera en el Congreso defender a México, pensado y sentido como en el inigualable poema Piedra de Sol, de Octavio Paz? Dice ahí el poeta: “tu falda de maíz ondula y canta, tu falda de cristal, tu falda de agua, tus labios, tus cabellos, tus miradas, toda la noche llueves, todo el día abres mi pecho con tus dedos de agua, cierras mis ojos con tu boca de agua, sobre mis huesos llueves, en mi pecho hunde raíces de agua un árbol líquido”…

El día de ayer se conmemoró en México un aniversario más de la cruel represión de 1968; síntesis de la vergüenza de un régimen que se negó al diálogo e intentó acallar las voces de la crítica con las balas asesinas, ordenadas por un loco que juraba haber conjurado la peor de las conspiraciones contra la patria.

Este episodio bochornoso, para muchos punto de inflexión de nuestro inacabado transitar hacia la democracia, nos debe enseñar que urge la reconciliación; urge abrir los espacios para el encuentro de las diferencias y urge la reconstrucción de una clase política motivada por el Amor —escrito a propósito con mayúscula— por nuestro país.

México y sus venas abiertas, por las que fluye la sabia de una libertad que no termina de ser lo que debe ser. Un país que enternece y conmueve en la belleza de sus profundas raíces y tradiciones, y que al mismo tiempo encarna el enojo y la furia ante la injusticia, el hambre y la desesperación social.

Así pues, ha pasado un mes desde que inició el Periodo Ordinario de Sesiones y no ha ocurrido nada relevante en el Congreso: la diatriba y el pleito del día siguiente llenan las agendas, mientras que la testaruda realidad nos espeta en el mundo de lo cotidiano que hay 20 millones de hambrientos que claman por su reivindicación.

Asistimos a un pleito por los despojos, y cual buitres y chacales, todos buscan llevar un poco más de los hilachos del Presupuesto a sus entidades, porque saben que con ello quizá, tendrán los votos suficientes para ganar la próxima elección. No es para eso que los elegimos y es tiempo que los ciudadanos alcemos aún más la voz y tengamos la dignidad de recordárselos.