El día viernes concluyó la Conferencia Mundial Sobre Seguridad Alimentaria: los Retos del Cambio Climático y Bionergía de la FAO, en la que se analizó como tema central la escalada de precios en el sector agroalimentario, así como una previsible agudización de la crisis alimentaria en distintos países y regiones.La subida generalizada de precios, nos advierte la FAO, puede ser devastadora para los 800 millones de personas que ya padecen hambre en el mundo, a los cuales a partir del 2004 se han sumado varios millones debido a la inflación en el sector agroalimentario. En efecto, advierte la FAO, serán nuevamente los pobres quienes más padezcan los efectos de esta crisis global, pues son quienes más destinan, proporcionalmente hablando, recursos para la compra de alimentos.Este tema parece no haber sido todavía tomado suficientemente en serio por el Gobierno federal, el cual simplemente anunció un raquítico incrementó de 120 pesos mensuales a los montos de ayuda del Programa Oportunidades, frente a una pérdida del poder adquisitivo de los más pobres que de acuerdo con distintas estimaciones se sitúa en alrededor del 10% en los últimos dos años; es decir, a lo que ya no “alcanzaba”, se le sumaron nuevos recursos que tampoco van a “alcanzar”.En general, la FAO estima que la inflación del sector agropecuario, entre 2006 y el primer trimestre de 2008 alcanza ya un indicador de 57%. Visto por distintos productos de consumo básico, habría que considerar que los aceites vegetales han subido en cerca del 97% en su precio; los cereales, 87%; los lácteos un 58%; el arroz un 46% y el azúcar en cerca de 80%.Ante estos datos, el Gobierno Federal nos dice que no debemos alarmarnos y que todo está bajo control. Lo que es más, el dirigente nacional del PAN nos dice en sus flamantes mensajes nocturnos en medios de comunicación, que este es el mejor inicio de sexenio en muchas décadas. Argumenta que se han creado empleos como nunca, aunque el IMSS haya tenido que corregir sus cifras y descontado más de 40 mil empleos que sumó —dicen que por error— a las cuentas de 2007; nos dice que no hubo crisis económica, pues claro, la que atravesamos, como no la generamos nosotros, no podría ser calificada con propiedad de esa manera; argumenta además que se está avanzando en el desarrollo social, cuando todos los datos nos indican que lo esperable es que haya más pobres a finales del 2008, que los contabilizados a finales de 2006.Lo anterior no es una especulación. En nota del periódico Reforma, Daniela Rea sintetiza el adelanto de un nuevo documento del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en el que se estima que en 2008 habría 1.3 millones más de pobres alimentarios, los que sumados a los 14.4 que había contabilizado Coneval, nos daría una tétrica suma cercana a los 16 millones de pobres alimentarios. A ello habría que agregar 1.8 millones más de personas en pobreza de capacidades, que en 2006 sumaban 21.6 millones y que con el saldo que nos deja este “gran inicio de sexenio”, podrían llegar a 23.4 millones de personas. Finalmente, Rodolfo de la Torre, según la nota de Daniela Rea, sostiene que la pobreza de capacidades pasará de 42% a 45% de la población, es decir, de 44.6 millones a poco más de 47 millones de pobres; es decir, casi de vuelta al 2005. Quizá la principal lección que debemos extraer de todo esto es que jamás podrá superarse la pobreza en nuestro país, si junto con los programas de asistencia social y transferencia de ingresos (Oportunidades como ejemplo paradigmático), no se genera la cantidad suficiente de empleos de calidad, que permitan darle a las personas la oportunidad de ganarse la vida dignamente.La fórmula se descubrió desde hace mucho, pero la tecnocracia la ha rechazado una y otra vez basándose en los dogmas de fe que hoy nos tienen situados en un galimatías que no será nada sencillo resolver en los próximos meses y años. Esto es así, porque la pobreza tiene una complejidad multidimensional; cuando se es pobre hay desesperación, frustración, pérdida de expectativas y sobre todo, pérdida de sentido. Esto puede verse en las nuevas cifras que publicó recientemente el INEGI en materia de suicidio, en las que se ratifica la tendencia que ha venido marcándose desde hace 10 años: en México se suicidan en mucho mayor proporción los pobres.Nada me hace más semejante a otro ser humano, nos dice Emanuel Levinás, que su vulnerabilidad ante el hambre; porque no hay nada más básico y común a todos los seres humanos que la tragedia que puede significar para cualquiera, la carencia de alimentos que permitan satisfacer las necesidades básicas que todas y todos tenemos. Así, los rostros hambrientos de millones de niñas y niños en todo el mundo, en el que en Chiapas, Oaxaca, Guerrero y otros estados pueden contarse por millones, deben constituir un poderoso llamado a la dignidad de lo que implica Ser humano; de lo que implica la negación y la privación de los alimentos, aún cuando contamos con las capacidades técnicas, de disponibilidad y de distribución para que nadie en este mundo padeciera hambre.Hoy no conocemos ninguna propuesta seria para que los programas alimentarios del gobierno federal logren mantener sus metas y compromisos. Frente a la inflación galopante, lo quieran o no reconocer en el gobierno, habría que considerar si las metas en desayunos escolares, despensas familiares, dotación y subsidio a la leche; y los propios contenidos del programa Oportunidades, podrán sostenerse con los precios y el aparente desabasto que se avecina en todo el mundo.Tampoco sabemos cuáles son las medidas que se han tomado para evitar que la tasa de mortalidad infantil por deficiencias nutricionales, que se había mantenido a la baja en los últimos 10 años, no se incrementará, sobre todo considerando al 1.3 millones más de personas en la miseria que tendremos como saldo en este segundo año de la presente administración, si el PNUD tiene razón. Esta ausencia, vale la pena decirlo, no es sino reflejo de la carencia de una política para la infancia y el cumplimiento de sus derechos en esta administración.Todas las reservas de alimentos en el mundo están a la baja; y frente a ello, no se ha logrado estructurar una nueva política agropecuaria que esté en sintonía con criterios ambientales y que simultáneamente permita fortalecer la seguridad alimentaria. En ese sentido, el Programa Pro-Árbol, por ejemplo, debiera rediseñarse para lograr la reforestación de límites de parcelas cultivadas, con variedades de árboles frutales que al menos garantizaran mínimos de consumo barato de frutas, además de prevenir la erosión tanto hídrica como eólica de las ya de por sí dañadas tierras mexicanas. Ante el incesante incremento del costo de los fertilizantes químicos, que en los precios reales ha subido entre 600 y 800 pesos por tonelada en los últimos dos meses, habría que comenzar a analizar proyectos para la generación masiva de fertilizantes orgánicos, de bajo costo y no dañinos para la tierra. En esa misma lógica debiera retornarse a programas para fortalecer la seguridad alimentaria con base en economías de pequeña escala y producción de traspatio; sin embargo, en la mentalidad de los tecnócratas no hay que dar, por ejemplo, gallinas a los pobres para la “pequeña producción” de huevo (la más barata fuente de proteínas para los pobres), bajo el argumento de que son recursos a fondo perdido porque luego de seis meses, en la mayoría de los casos, ¡“se las comen”! Hoy más que nunca hace falta utilizar la imaginación y todas las capacidades que tenemos para evitar que esta crisis, que ya está dejando graves saldos, no se convierta en una nueva catástrofe nacional pues, si ha sido generada o no por este gobierno, es un tema irrelevante, pues debieron tomarse medidas apropiadas desde hace ocho meses, en que varios comenzamos a alertar en torno a que esta situación podía darse y que lamentablemente ocurrió.Habrá que esperar que ante esta situación haya madurez de parte del gobierno, y se asuma con toda seriedad la dimensión de lo que estamos viviendo. No es alarmismo: son 1.3 millones de personas que regresaron o cayeron por primera vez a una pobreza atroz, ante la cual, no hay pretexto para no actuar de manera decidida, pero sobre todo, eficaz. Es nada menos que a lo que nuestra Constitución nos da derecho.
domingo, 8 de junio de 2008
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