lunes, 16 de junio de 2008

Quién nos gobierna y el olvido de lo social

Por: Saúl Arrellano Opinión
Domingo 15 de Junio de 2008 Hora de publicación: 02:24
Hace unos días discutía con un colega y amigo sobre el desempeño del gobierno en estos primeros 18 meses de gobierno de Felipe Calderón —la primera cuarta parte de la administración, como le han llamado algunos. La preocupación de mi colega, me decía, era que el llamado de atención del Presidente a sus colaboradores era un signo de que, al igual que en la administración de Fox, los integrantes del gabinete no están aprendiendo, o al menos no con la rapidez que la urgencia de los problemas sociales que enfrentamos nos impone.Estoy convencido de que mi amigo tiene razón, aunque sólo parcialmente; yo sostengo que los funcionarios federales ni aprenden ni van a aprender porque no están ahí para eso. El problema de fondo de la parálisis gubernativa que hoy estamos presenciando, deriva de que la mayoría de los funcionarios llegaron al cargo para administrar el poder, pero no para gobernar a México. Y esta diferencia, que en el discurso parece sólo de matiz, en realidad transmite una profunda fractura sobre el rumbo y sentido que le estamos dando a nuestro país.Lo que hoy estamos viviendo en México es un acelerado proceso de suplantación de poderes. Cada vez más son los grupos empresariales los que deciden en buena medida quién gobierna y en esa lógica, cómo se orientan las políticas, los programas y por supuesto, el origen y destino de los recursos públicos.Tenemos un país cada vez más urbanizado, y en esta rápida transición que vivimos del campo a las ciudades, se fueron consolidando más y más grupos económicos que, en medio de las sucesivas crisis económicas y políticas que se dieron a partir de la década de los 80, fueron encontrando los espacios y los argumentos para derrotar en una gran cantidad de municipios al PRI, dando paso a otras “opciones” políticas. Visto sólo de esta manera, la transición democrática que inició en las décadas de los 70 y los 80 a nivel municipal pareciera de suyo positiva; y en cierto sentido lo es. Sin embargo, el problema es que fueron enquistándose cada vez más intereses particulares en los gobiernos locales, hasta haber llegado a una perversa realidad, en la que las presidencias municipales se han convertido en pequeños feudos gobernados ya no por caciques, sino por grupos de interés que se disputan y reparten los recursos que hoy los municipios, en este federalismo amorfo e incompleto que tenemos, manejan con amplios criterios de discrecionalidad.De esta forma, en función de la defensa de intereses económicos, los partidos políticos, todos, han claudicado en buena medida en su autonomía, en su posibilidad de construir propuestas y visiones de largo plazo para México, y hoy pareciera que las disputas por los gobiernos de los estados y de los ayuntamientos son pleitos por franquicias administrativas que le sirven a muchos de los dueños del dinero.El señor López, aún en su radicalidad discursiva y desde luego, de movilización e incitación constante a la división y violencia entre los mexicanos, no ha logrado explicarnos cómo fue que sus más cercanos obedecían y recibían instrucciones de quien, después, defenestraron sin piedad (Carlos Ahumada), a cambio de miles de dólares que recibieron sin pudor, y que aún no nos dicen dónde están o a dónde fueron a parar; lo peor es que hoy se pasean tranquila e impunemente mostrando que aún delinquiendo, el poder gubernamental los sacará a flote porque no es a la ciudadanía a quien responden.El PRI jamás aclaró fehacientemente en dónde quedaron los miles de millones de pesos de la desastrosa y mediocre campaña de Francisco Labastida, ni tampoco en este caso hubo sentencias judiciales, sanciones administrativas relevantes, y hoy, para evidenciar su impunidad, los perpetradores de tal atraco tienen fuero y ostentan cargos públicos o poderosos liderazgos sindicales que parecen intocables.En el PAN siguen sin ser aclarados, por citar sólo unos ejemplos, el escándalo de los amigos de Fox; el enriquecimiento súbito del ex presidente; el escándalo que rodeó a los hijos de la señora Martha Sahagún, los diversos escándalos de embajadores que compraban colchones de miles de dólares, o bien las propias compras de Los Pinos, realizadas en medio de la opacidad y sin criterios mínimos de transparencia y rendición de cuentas.En medio de este escenario, para regresar a la charla que mencionaba al inicio del artículo, la pregunta es con qué autoridad moral, cualquiera de los políticos que hoy están encumbrados en las decisiones fundamentales del gobierno, puede convocar a la unidad nacional; con qué cara la izquierda mexicana podría llamarnos a una movilización seria, si no son capaces de ser ellos mismos democráticos y se mueven, en sus propias palabras, en medio de marraneros financiados con nuestros recursos; con qué cara el PRI puede hablar de renovación si sus cuadros dirigentes rebasan en promedio los 55 años. Con qué cara Acción Nacional, en medio de la mediocridad que lo caracteriza el día de hoy y con base en la evidencia de los intereses vinculados a los funcionarios, puede decirnos que su prioridad está en el desarrollo nacional y la atención de los más necesitados.Hoy que vivimos una profunda crisis de los alimentos y del campo, la pregunta es cómo se pueden tomar decisiones de fondo, cuando el propio hermano del secretario de Agricultura es uno de los principales distribuidores de fertilizantes en el Bajío y Occidente del país. Cómo tomar decisiones serias en torno a la reforma de Pemex y el sector energético, cuando quedó sembrada la sospecha en torno al secretario de Gobernación y sus vínculos empresariales con la paraestatal. Cómo mejorar las condiciones de los agricultores, cuando los ejidos están siendo depredados por las grandes constructoras que, en lo regional, habría que seguir la pista de quiénes son sus dueños y con ello darnos cuenta de que la propiedad ejidal va a seguir siendo desmantelada para beneficio de unos cuantos.Frente a todo ello, lo social está literalmente abandonado y ha sido relegado a una política marginal, si acaso complementaria a las decisiones que se dictan desde las secretarías de Hacienda y Economía.El Informe sobre el Desarrollo Humano 2006-2007 del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) nos dice que la migración que estamos viviendo no tiene su origen sólo en la pobreza, sino fundamentalmente en la desigualdad, pues los más pobres no tienen siquiera esa opción.El Banco Mundial, lo he dicho en este espacio en numerosas ocasiones, nos ha evidenciado como un país en el que los supermillonarios tienen ingresos 14 mil veces superiores a los ingresos del promedio nacional, y casi 40 mil veces al de los más pobres.La CEPAL primero, y ahora el PNUD, nos dicen que la crisis de los alimentos movió la línea de la población de personas en pobreza alimentaria en más de 1.5 millones de personas, y en otros cuantos millones a los pobres de capacidades y de patrimonio.La FAO nos advierte que México vive una severa condición de inseguridad alimentaria y que de no tomarse medidas urgentes, estaríamos comprometiendo la meta de lograr reducir el número de personas hambrientas en los objetivos adicionales plantados en función de las Metas del Milenio.Finalmente, la OIT, los propios datos del INEGI y un reciente estudio de THAIS, A.C., nos advierten que en México hay más de 3.3 millones de niños que tienen que trabajar para completar el ingreso de sus familias, con el señalamiento de THAIS, de que puede haber un subregistro importante porque carecemos información de niños trabajadores de 6 a 12 años.Frente a todo esto, la pregunta es ¿habría mucho que aprender? ¿Habría mucho que descubrir como novedad en términos de pobreza, desigualdad, parálisis económica, carencia y precariedad del empleo digno, carencia de salud para los más pobres? Mi argumento es que no; que los datos y la realidad es tan evidente que no actuar no es producto de desinformación o ignorancia. La inacción viene del cinismo; de la incompetencia y de la perversa usurpación que de lo público han hecho unos cuantos.

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