domingo, 1 de junio de 2008

Apenas es el comienzo. La Crónica

Por: Saúl Arellano Opinión
Domingo 1 de Junio de 2008 Hora de publicación: 05:31
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=364966

La crisis de los precios de los alimentos está resultando ser más aguda de lo que muchos pronosticaban, y todo parece indicar que apenas estamos viendo, como comúnmente se dice, la “punta del iceberg”. Este tema es de la mayor relevancia para el país pues en las capacidades de producción agropecuaria nos estamos jugando mucho del presente y el futuro de nuestro país.En esa lógica la discusión sobre si las nuevas acciones que se han anunciado desde la Presidencia de la República para apoyar a los más pobres con 250 pesos al mes, e incrementar en 200 pesos los apoyos del Programa Oportunidades, así como el programa emergente de apoyos para el campo, pasan a segundo plano si se consideran las perspectivas planteadas con respecto a lo que nos espera en las próximas décadas en el campo mexicano y en el sector agrícola internacional.No tenemos más opción que pensar en el campo mexicano en serio y sobre todo, asumir que la política social no puede estar desvinculada del sector agrícola. En efecto, en México los más pobres se encuentran en los sectores rurales e indígenas, y sus expectativas de mejorar sus condiciones de vida son mucho menores que los pobres de las zonas urbanas.Para pensar en el campo es necesario pues, comenzar a modificar el orden y la prioridad que le estamos dando, en términos de decisiones de gobierno y de política publica, a la atención del campo y la atención a los pobres. Para ilustrar lo anterior hay que pensar, por ejemplo, en el monto de los presupuestos y subsidios destinados a las gasolinas, frente al presupuesto que se destina al campo y el combate a la pobreza. Así, sólo en este año se destinaron más de 120 mil millones de pesos en subsidios a las gasolinas, mientras que el presupuesto de la SEDESOL para el combate a la pobreza no rebasó los 22 mil millones de pesos, y el presupuesto para los productores del campo no pasó de los 40 mil millones de pesos es decir, apenas la mitad de lo destinado al subsidio de los energéticos.Frente a lo anterior, los tecnócratas de Hacienda nos pueden decir que los subsidios también benefician a los productores, pues van dirigidos en una parte al diesel, al gas y también a las gasolinas de los vehículos de los campesinos; empero, hay que considerar que de cuerdo con el Censo Ejidal de 2007, de los 105 mil ejidos que hay en el país, y que es donde se encuentran los campesinos e indígenas más pobres, sólo 1983 cuentan con tractores de su propiedad; en los que se encuentran no más de 4 mil tractores de los cuáles sólo cerca de 3,500 se encontraban en funcionamiento en 2007.Por otro lado, sólo 1,608 ejidos contaban con vehículos de su propiedad, con cerca de 3,500 vehículos en funcionamiento. Es cierto que a ello debería agregarse la cantidad de vehículos “ilegales” que poseen de manera individual millones de campesinos pero aún con ello, se trata, en la mayoría de los casos, de vehículos viejos o en mal estado. Por si fuera poco, es obvio que los pobres no consumen gas: en cerca de la mitad del territorio nacional aún se consume leña como principal combustible para la preparación de los alimentos.Estas cifras permiten afirmar que los subsidios a las gasolinas, el gas y el diesel benefician mayoritariamente a las clases medias o bien a grandes productores y transportistas, frente a magros apoyos –por la magnitud de sus necesidades–dirigidas a los más pobres.Ahora bien, las rutas que hay que transitar para lograr que el campo mexicano pueda ser reactivado; para que podamos incrementar la productividad y con ello, fortalecer nuestras capacidades para aminorar los riesgos de la inseguridad alimentaria se pueden agrupar en cuatro grandes ejes:Mayores subsidios que permitan fortalecer las capacidades de producción. En los Estados Unidos los subsidios al campo en este año fueron de alrededor de 250 mil millones de dólares.Mayor acceso al crédito, lo que implica repensar el actual modelo de la Financiera Rural y abrir nuevos canales de acceso a recursos a bajo costo y con plazos de recuperación razonables (más del 70% de los ejidos de México han señalado que su principal problema es el acceso al crédito).Mayores apoyos y recursos para la tecnificación, la mecanización y la incorporación de nuevos procesos, como la biotecnología, a las regiones más pobres y menos productivas. Este factor podría incrementar, por ejemplo, la productividad de las 5 toneladas promedio de maíz por hectárea que ahora tenemos, a cerca de 9 o 10 toneladas por hectárea-Vincular la política del campo con la política medioambiental del país para hacer frente al cambio climático y las consecuencias que traerá para las capacidades productivas del sector agropecuario en nuestro país.Si alguien argumenta que estas ideas son o muy básicas o muy ilusas, habría que señalarle que es precisamente en lo que están pensando las personas más serias y los mejores expertos en la materia a nivel mundial.En efecto, del 3 al 5 de junio se llevará a cabo la “Conferencia de Alto Nivel sobre el cambio climático y su mitigación: desafíos y oportunidades para la seguridad alimentaria”. En el documento preparatorio de esta reunión se advierte que la meta de reducir el hambre a la mitad en todo el mundo, debido a las consecuencias de la crisis de los alimentos que se vivirá al menos de aquí al 2012, y a las que generará los efectos del cambio climático, podrá alcanzarse sólo hasta el 2030, a menos que se dé la aplicación de nuevas medidas y políticas.Y si bien las peores consecuencias se prevén para África, bien vale señalar que hoy más que nunca ninguna de las acciones que se tomen al respecto puede ser considerada de manera local, pues en todos los casos, los efectos medioambientales y agrícolas repercuten siempre de manera global.En el mismo documento se nos advierte: “El reto más importante que deberá afrontar la agricultura en el siglo XXI es la necesidad de alimentar cada vez mas seres humanos –la mayoría de ellos en los países en desarrollo– y, a la vez, conservar el medio ambiente local y global… El crecimiento de la población y socioeconómico proyectado hará que la demanda de alimentos sea en 2050 el doble de la actual. Para dar respuesta a este reto en los países en desarrollo, se deben incrementar los cultivos de cereales en un 40%, la irrigación neta en un 40-50% y se necesitarán entre 100 y 200 millones de hectáreas de tierra adicional, en especial en el África Subsahariana y en América Latina.En nuestro país cerca de la mitad del territorio nacional está distribuido en 105 mil ejidos, de los cuáles sólo 10 mil están destinados al cultivo, y de éstos sólo cerca de una tercera parte constituye tierras de riego. Frente a la advertencia de la FAO, sería de necios no comenzar a repensar la política agropecuaria, y comenzar a dar “golpes de timón” para enfrentar los retos que nos están siendo advertidos.El tema sin duda no es nuevo y se ha discutido ampliamente. Lo que hace falta es la voluntad política (como en casi todos los rezagos de nuestro país) y la decisión de transformar la realidad del campo mexicano. Lamentablemente, este sector no es del interés de grandes inversores y por ello no merece un diálogo de la dimensión que se pone en el tema del petróleo, por citar sólo un caso.Hoy no sólo es necesario, sino urgente, transformar la realidad del sector agropecuario nacional. Debe insistirse que nos jugamos en ello todo, y que lo que estamos viendo ya como una severa crisis, es sólo el comienzo de nuevos retos que son nada menos que mayúsculos.

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