sábado, 31 de enero de 2009

No tienen vergüenza. Periódico La Crónica

Saúl Arellano
Domingo 1 de Febrero, 2009
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=412280

La historia de la crisis que hoy vivimos comenzó su “última temporada” con el diagnóstico de una economía sólida y blindada; en septiembre del año pasado, cuando la tormenta financiera internacional arreció y se convirtió en un “huracán categoría 5”, pasamos al diagnóstico hacendario de “un ligero catarrito”; llegó noviembre con el derrumbe de los principales bancos norteamericanos, y con el anuncio de que la principal empresa constructora de automóviles en el mundo estaba al borde del colapso, y en México pasamos a la “teoría del leve contagio”.
El mundo se declaró en recesión desde diciembre del año pasado, y en México el Ejecutivo intenta “regañar” al presidente del Banco de México por atreverse a decir que decreceremos este 2009 entre 0.8% y 1.8% del PIB.Mayores muestras de esquizofrenia en la capacidad de proyección del gobierno mexicano se vio pocas veces, incluso en el errático sexenio de Vicente Fox. La política del “aquí no pasa nada” se ha convertido en discurso oficial, y los estrategas del gobierno, antes que generar un amplio paquete de intervenciones para enfrentar la crisis, no sólo en lo económico sino en lo social, han decidido sumarse a la “fiesta electoral” que este año nos costará a los mexicanos la nada humilde suma de poco más de tres mil millones de pesos.
En un país con los niveles de pobreza y de desigualdad que vivimos; y en el contexto de la crisis que ahora sí comienza a sentirse en el dramatismo de los despidos cotidianos, y de la pérdida de capacidad para comprar lo más elemental de todos los días, es a todas luces inmoral que los partidos políticos vayan a gastar esa suma de dinero en campañas que no pasarán una vez más de las propuestas vacías, de las acusaciones mutuas y de la insustancialidad del pensamiento. De verdad que para payasos, una gran cantidad de políticos en nuestro México, nos salen muy caros.
Tenemos una democracia de alto costo con pobres resultados. Y no es porque un régimen democrático no sea la mejor forma de gobierno posible, sino porque los políticos, que son los responsables de fortalecerlo, se han dedicado en las últimas dos décadas a lucrar con un discurso de tolerancia y diálogo, pero con prácticas cotidianas basadas en actitudes sectarias y contrarias al interés nacional.
La pregunta es, ¿a quién representan hoy los partidos políticos? A la ciudadanía, muy poco. Y es que los partidos se han convertido, todos, en camarillas que están dedicadas a defender los intereses de sus patrocinadores, que obviamente no somos los ciudadanos de a pie. Lo peor es que han aparecido nuevas hordas que aun fuera de los partidos son capaces de obtener recursos de dudosa procedencia.
Mientras tanto las hordas de pobres y miserables crecen también a un ritmo acelerado. Las estimaciones hechas por CONEVAL en noviembre del año pasado, en el sentido de que habría un millón más de pobres alimentarios en México deberá someterse a revisión, pues éstas se hicieron sobre la base de un crecimiento de 1% del PIB, y no de un proceso recesivo como el que presentó recientemente el Banco de México.
La siniestra danza de los números que hoy atestiguamos no es sino el síntoma de una profunda incertidumbre social que, si se hace caso a los datos, nos llevará al menos a contabilizar dos millones de pobres alimentarios más, para sumar a finales de 2009 cerca de 16.5 millones de personas en situación de hambre; y de 5 millones más de pobres, lo que nos hará rozar una vez más la trágica suma de 50 millones de mexicanos en precarias situaciones de subsistencia.
Este escenario debería movilizar a los responsables de las decisiones relativas a la generación de empleo y el desarrollo social a dedicar todo su esfuerzo e inteligencia para tratar de diseñar medidas emergentes, completamente audaces, y evitar que los números que las proyecciones obligan a construir, sean menos dramáticos. Pero no ocurre así. Al contrario de estar pensando 24 horas en cómo enfrentar el tsunami social que se nos viene encima, el secretario del Trabajo, Javier Lozano, y el de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, decidieron ir a acompañar al anuncio del inicio de su precampaña a César Nava, el ex secretario particular del Presidente de la República, quien contenderá para acceder al cargo de diputado federal por uno de los distritos ubicados en la delegación Benito Juárez, en el D.F.Desde luego que la presencia de estos funcionarios en ese acto fue legal; eso no está a discusión.
El problema es ¿cómo creerle al gobierno que no meterá las manos al proceso electoral? ¿Cómo creerle al gobierno que su preocupación no está en la disputa electoral sino en la protección del empleo y la protección de los pobres, cuando los titulares de las dependencias del ramo dedican horas de su tiempo al mitin y la grilla? Es como si en medio de la procesión, el cura, el monaguillo y el sacristán abandonaran al santo, se fueran a repicar las campanas, y pretendieran que el santo, por una cuestión milagrosa, continuara caminando solo. ¡Y vaya que podría! contestarían algunos de los que hoy nos gobiernan.
Lo lamentable de todo esto se encuentra en el hecho de que la crisis económica estaba antecedida en nuestro país por otras crisis no menos profundas y alarmantes: la del desempleo, que ha llevado a que más de 3.6 millones de niñas, niños y adolescentes tengan que trabajar para completar el gasto familiar, más los que se sumen por el desempleo que viene; la crisis de la educación, que tenía a más de 1.2 millones de niños fuera de la escuela, a cuatro de cada diez adolescentes fuera del bachillerato; y matriculados a sólo uno de cada cuatro de quienes debieran asistir al nivel de educación superior; la crisis de la inseguridad, con los más de cinco mil ejecutados del año pasado, y los que van en éste; la crisis ecológica, que nos tiene al borde del precipicio de la insuficiencia del agua; y la crisis de la pobreza y la desigualdad.
Vergüenza es el título de una maravillosa novela de Salman Rushdie; requeriríamos una adaptación del texto para exigírselo a nuestros políticos y lograr que nos sorprendan con postulaciones de políticos honestos —que aún quedan— en los cargos de elección popular que se disputarán en el mes de julio próximo.
¿De verdad el PRI podrá presentarse como un partido renovado si una vez más postula a las posiciones de diputados plurinominales a los mismos de siempre, de los grupos de siempre? ¿En serio el PRD podrá convencer a la ciudadanía de que puede construir una propuesta progresista de país, si continúa siendo rehén de grupos y camarillas indeseables? ¿En serio Acción Nacional pretende credibilidad cuando no ha logrado generar los acuerdos ni las propuestas necesarias para detonar un proceso de desarrollo integral en los ocho años que lleva como gobierno? Como se dice coloquialmente “el horno no está para bollos”.
Mientras tanto el sistema todo, en crisis, sigue cobrando más víctimas de la pobreza, la marginación y la desigualdad. Lo que hoy requerimos es una clase política capaz de asumir que el fundamento de la libertad está en la responsabilidad. Que el fundamento de una democracia dialogante y funcional al desarrollo se encuentra en un infinito compromiso con los más desvalidos; que la construcción de un país solidario requiere de una posición que, como exigen muchos filósofos, debe edificarse desde una ética ante las víctimas, y más aún, desde la perspectiva de las víctimas, que las hay y se cuentan por millones.
México no va a resistir más la carencia, el hambre y la enfermedad. México no puede tener como único futuro posible el consuelo de que “a África le va peor”. México no puede renunciar a construir un proyecto de inclusión, equidad y dignidad para todos. Si los partidos políticos; si los gobiernos de todos los niveles no entienden esto durante el proceso electoral de este año, no evidenciarán otra cosa sino que, efectivamente, no tienen vergüenza.

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