miércoles, 9 de septiembre de 2009

Un misterioso informe de gobierno. Periódico La Crónica

Saúl Arellano
Domingo 6 de Sep., 2009
La voz griega misterion pasó casi literalmente al latín, en el vocablo mysterium. Actualmente la Real Academia de la Lengua lo define como una “cosa muy arcana o muy recóndita, que no se puede comprender o explicar”.Así puede percibirse el Tercer Informe de Gobierno del Ejecutivo federal, y más aún los 10 puntos que propuso a la nación, como la nueva base para las reformas y transformaciones que se requieren a fin de superar la crisis y los rezagos estructurales que padece el país.Los optimistas creen que se trata de “un punto de inflexión” en la política nacional, y que el mensaje presidencial augura “buenas señales” sobre la voluntad del Presidente de la república de reconstruir el diálogo nacional y tender puentes para la generación de acuerdos políticos de largo alcance.Hay quienes pensamos, sin embargo, que la clase política en su conjunto está desbordada por su inmoralidad y su incapacidad intelectual para comprender la complejidad por la que estamos atravesando. En ese sentido, no habría que esperar mucho a partir del mensaje presidencial, porque en primer lugar no depende sólo del Ejecutivo impulsar los acuerdos para propiciar reformas de fondo.Aún asumiendo que el Presidente dijo la verdad en su mensaje a la nación, de inmediato las cifras chocan de frente con sus intenciones. Si se revisa con cuidado el anexo estadístico del informe de gobierno, y se contrasta con los ahora famosos 10 puntos propuestos por el Ejecutivo, se puede percibir un inmenso desfase entre realidades e intenciones, y entre la magnitud de los retos y lo limitado de las propuestas.Tómese por ejemplo el tema del empleo. El Presidente cree que impulsando la reforma laboral vamos a salir de la trampa del crecimiento sin generación de puestos de trabajo dignos, en la que estamos atrapados desde hace más de 15 años.Para colmo, el Presidente no nos dijo qué reforma laboral va a promover. Si la que en su momento propuso el hoy finado Carlos Abascal, o bien una nueva iniciativa que apunte hacia una mayor “liberalización” del mercado del trabajo, lo cual significaría, en todo caso, reducción de prestaciones sociales, promoción de los llamados “contratos basura”, así como una dura andanada, aprovechando la crisis por la que atraviesa la democracia sindical, contra las organizaciones laborales.Se me podrá acusar de pesimista, agorero del desastre, “catastrofista” y lo que sea; empero, ni los actores clave que tendrán la responsabilidad de construir la propuesta de reforma laboral ni los poderes fácticos que estarían interesados en respaldarla, han sido afectados o siquiera regulados de manera adecuada en los últimos años. ¿Cómo se puede plantear una reforma laboral para propiciar el crecimiento con equidad, en medio de una realidad así? Desde mi punto de vista no hay manera.El Presidente propone crear una nueva estrategia para el combate a la pobreza. Pero el planteamiento no pasa de ser más de lo mismo: concentrar recursos en los programas que hoy tienen mayor cobertura, seguir monetarizando las relaciones sociales vía la transferencia de míseros apoyos a través del programa Oportunidades, y medianamente mejorar la infraestructura social a través del programa Hábitat, o lo que quede de él después de los recortes presupuestales que vienen.¿Y el combate a la desigualdad, cuándo? Y la redistribución del ingreso, ¿cuándo? Y la garantía de accesos a servicios sociales básicos, con estándares de calidad similares para todos los mexicanos, ¿cuándo? Y suma y sigue...Con todo respeto sea dicho, pero no hay seriedad en el planteamiento gubernamental. ¿Cómo entender el anuncio de cambios en el gabinete y la desaparición de secretarías de Estado, sin decirnos cuáles son? ¿Por qué generar más incertidumbre? ¿Por qué no ser claro en el planteamiento y hacer público de una vez por todas cuáles dependencias y por qué serán eliminadas de la estructura orgánica del gobierno?Si desaparece la Secretaría de la Función Pública, como se rumora en todos lados, ¿el Presidente estará dispuesto a asumir una reforma de fondo para construir mecanismos eficaces para el control del gobierno? ¿Asumiría la responsabilidad de transformar a la Auditoría Superior de la Federación, por ejemplo, en una entidad autónoma del Estado que verifique no sólo la cuenta pública, sino la eficacia en el gasto y políticas del gobierno? O bien ¿asumiría darle al Coneval autonomía para la evaluación, así como capacidad de generar recomendaciones vinculantes para las dependencias del Ejecutivo?La propuesta del Presidente es una propuesta inacabada, imprecisa y por lo mismo, raya en lo irresponsable. Pareciera que en Los Pinos no comprenden que plantear reformas estructurales requiere de un intenso diálogo político, así como de la construcción de acuerdos previos que respalden las propuestas y que les den viabilidad en su instrumentación inmediata.El mayor riesgo que ahora enfrenta el Presidente consiste en continuar perdiendo credibilidad y legitimidad, si en el corto plazo sus propuestas no se traducen en iniciativas viables, y sobre todo, en un proceso de conciliación nacional para reconstruir el pacto social que nos une como mexicanos.El cómo lo van a lograr, constituye de verdad un profundo misterio.

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