jueves, 10 de septiembre de 2009

Vivienda, desarrollo urbano y derechos humanos. Periódico La Crónica

Saúl Arrellano Opinión
Jueves 10 de Sep., 2009 Hora de modificación: 01:29
El desarrollo urbano se ha pensado desde distintas perspectivas, generalmente orientadas desde una noción en la que la planeación está determinada fundamentalmente por criterios de organización y rentabilidad económica; en ese sentido, la planeación del desarrollo inmobiliario y de generación de infraestructura básica para el crecimiento económico ha tenido como “conceptos ancla” el plusvalor de la tierra y la generación de ventajas, ya sean competitivas o comparativas, dependiendo del ramo económico del que se trate.Por ello, es importante el Foro Internacional de Vivienda Sustentable que se estará realizando el día de hoy y mañana en la ciudad de México. El primero de sus paneles es sumamente interesante, no sólo por quienes lo integran, sino por la temática a abordar.Uno de los puntos a destacar es el mejoramiento de barrio. A ese respecto, vale la pena destacar que hay experiencias en distintos lugares del mundo, en los que el mejoramiento de la vivienda y de sus entornos se considera como el ancla del desarrollo y no sólo como elementos a considerar en la planeación del desarrollo.Un ejercicio, realizado por parte del Center for Reflective Community Practise, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, fue realizado en la ciudad de Boston entre 2005 y 2006. En este proyecto se mostró cómo el mejoramiento de los entornos comunitarios no sólo mejora la calidad de vida de las personas, sino que promueve capacidades de integración y fortalece el sentido de pertenencia a una comunidad.El efecto que tiene el mejoramiento de los barrios, muestra el estudio, incrementa las capacidades de una comunidad para prevenir el crimen, generar lógicas de cooperación, e incluso generar acciones de control del gobierno que, en una sociedad desarrollada y democrática, lleva hasta a la presión pública para lograr el mantenimiento y el mejoramiento constante de los entornos, y con ello el cumplimiento de los derechos sociales.En México contamos con diversas experiencias de mejoramiento de barrios, incorporando importantes componentes de participación comunitaria. Estas experiencias van desde la construcción de bordos y vasos de captación de agua en las comunidades rurales, hasta la instalación de drenaje o proyectos de integración social en diversas ciudades y regiones del país.Sin embargo, estas experiencias no pasan de ser proyectos aislados que no han sido incorporados como criterios permanentes en la política de desarrollo social y urbano. El programa Hábitat, por ejemplo, ha sido poco vinculado con otras acciones gubernamentales, tanto federales como estatales y municipales, que permitan generar sinergias de organización y participación comunitaria.Todo esto es relevante, porque el tema de fondo es que la tragedia del desarrollo urbano que estamos viviendo en el país, caracterizado por extremos que van de la sequía en una semana al padecimiento de inundaciones en la siguiente, tiene su origen en la carencia de una visión que haga del desarrollo urbano uno de los principales instrumentos del Estado para el cumplimiento de los derechos humanos en México.Asumir que en la vivienda se encuentra el principal anclaje para acercar servicios de calidad, y garantizar a las personas la posibilidad de vivir con base en la sustentabilidad ambiental, es una de las agendas de derechos humanos básicas que ha sido dejada de lado asumiéndose, desde la cantaleta neoliberal, que se trata sólo de procesos de construcción y dotación de servicios, en tanto “motores” de la economía nacional.Sin duda alguna, la industria de la construcción es clave en el desarrollo económico nacional. Sin embargo, verla sólo como eso, y no como uno de los espacios privilegiados del Estado para garantizar los derechos humanos, constituye un error mayúsculo y una imperdonable pérdida de oportunidad.Ahora que está de moda el debate sobre la renovación de la CNDH, quienes tienen la responsabilidad de decidir quién la encabezará deberán analizar, desde una perspectiva de conciencia, no quién es el personaje más popular o quién tiene más apoyos entre los grupos parlamentarios, sino quién cuenta con una visión ampliada de los derechos humanos, en la cual estén incluidos sí la denuncia de los abusos del poder, pero sobre todo la generación de recomendaciones acerca de políticas públicas que generan desde su diseño exclusión o desigualdad, o bien aquellas que no generan mayor bienestar y justicia social.La libertad, la seguridad y la igualdad nunca serán realidad en contextos en los que las el hambre y la enfermedad son una constante, acompañadas de la falta de agua potable, drenaje, y, en general, en el rezago persistente en la carencia de viviendas dignas para todos.De eso se trata, de la defensa de los derechos humanos, y en el Senado parecen estar más enfrascados en encontrar quién puede ser el personaje menos “incómodo” que en construir un proceso de deliberación que haga honor al sentido etimológico del Senatus, y que permita la designación de una persona con estatura y sentido ético, capaz de fortalecer e incluso hacer crecer en dimensión y prestigio a la CNDH.
sarellano@ceidas.org

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