sábado, 10 de octubre de 2009

La SEP y la ignorancia programada. Periódico La Crónica

Saúl Arellano
Opinión Domingo 11 de Octubre, 2009
Hora de modificación: 00:50
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=462476

Secretarios y secretarias van y vienen en la SEP, y la tragedia silenciosa que significa el fracaso de la educación en México continúa inexorablemente. Un año sí, y el otro también, los magros resultados en comprensión del lenguaje, inteligencia matemática, conocimiento social, y habilidades para la explicación de las ciencias naturales, se convierten en escándalos mediáticos ante los cuales las autoridades dicen que ahora sí van a impulsar el sistema educativo que México requiere, cambiando todo para que al final todo siga igual.
Como siempre, los peores resultados en la reciente evaluación ENLACE se obtuvieron en las zonas rurales e indígenas; esta lacerante realidad se toma con sorpresa, como si fuera una novedad el hecho de que, en donde hay hambre, mala salud, hacinamiento, falta de servicios, es imposible que el conocimiento de cualquier tipo germine masivamente.
Ante estos resultados los tecnócratas, amantes casi siempre del pensamiento fácil, nos recetan una y otra vez la cantaleta relativa a que debemos transitar a un modelo de enseñanza privado, en el que la competencia y los incentivos del sistema económico permitirían elevar los niveles de educación.
México no podría dar un mayor salto al vacío si apostara por un modelo de esta naturaleza, porque lo que no se ha comprendido es que en el fondo es irrelevante quién imparte la educación si no se pone antes atención en qué se está enseñando y cómo se enseña a nuestras niñas, niños y adolescentes.
Sea como fuere, el primer reto que tenemos es lograr la cobertura universal y superar los rezagos que persisten en el país. Es inaceptable que en México haya todavía casi seis millones de analfabetos; que más de 45% de la población mayor de 15 años no haya concluido aún la secundaria; y que uno de cada tres en ese rango de edad no haya terminado todavía ni la primaria; a lo que debería agregarse la realidad de los más de tres millones de niñas, niños y adolescentes que cada año se ven privados de su derecho a la educación.
Se dice que un país no puede aspirar a ser competitivo si no tiene altos niveles de educación; se dice también que en la era de la información, el saber y la inteligencia agregada son las principales fuentes de valor y riqueza en el planeta. Todo esto es cierto y, sin embargo, lo es sólo parcialmente.
Para mostrarlo hay que pensar en los errores de enfoque en los modelos de educación nacional. Por ejemplo, se ha criticado constantemente que se privilegia a la “memorización” sobre la comprensión. Y, sin embargo, la segunda sólo es posible cuando se ejercita la primera. Mejor ejemplo no se puede encontrar sino en la educación en la Grecia clásica, de la cual Werner Jaeger nos da cuenta en su portentosa Paideia, en donde muestra cómo los ejercicios de memorización están en la base de la comprensión del cosmos. El asunto es qué es lo que se memoriza: no es lo mismo aprender los versos homéricos que repetir como autómata durante horas que dos más dos son cuatro.
Este ejemplo permite pensar en que el modelo educativo nacional está diseñado para la atomización, tanto del conocimiento como del individuo que lo adquiere; que está segmentado deliberadamente a fin de fomentar la “especialización” antes que el pensamiento complejo; y que está diseñado para fortalecer los mitos en torno al individualismo ramplón de las ideologías liberales del siglo XX.
El sistema educativo nacional está impregnado de un autoritarismo progresivo en sus contenidos, que apuntan a lo que Max Horkheimer llama “la ignorancia programada”; y dicho además en palabras de Deleuze, que lleva a la formación de una conciencia de microfascistas, aislados de toda conciencia crítica del mundo y de la responsabilidad con los otros.
Ante la complejidad del mundo-red, como le han llamado algunos; o del mundo esfera, como le nombra Sloterdijk, la Secretaría de Educación Pública, como entidad responsable de dar cumplimiento al contenido y espíritu del artículo tres de la Constitución, ha sido a lo largo de las últimas décadas ajena a la transformación de los esquemas de enseñanza y de comprensión que requieren nuestras niñas y niños para procesar, asimilar, comprender y enfrentar los dilemas de nuestro tiempo.
Se ha hecho énfasis en educarnos para la productividad; yo me pregunto: ¿Por qué no apostar por una educación para la libertad? Si los griegos comprendieron que es a través de la música, la filosofía, el estudio del lenguaje y las matemáticas como puede comprenderse y explicarse el mundo, y con base en ello construyeron una de las civilizaciones culturalmente más sólidas en la historia de la humanidad, ¿por qué no diseñar un modelo de educación, que en nuestro propio contexto tenga como objetivo ayudarnos a ser las mejores personas que podamos ser?
Nuestra educación de hoy aprisiona al lenguaje, lo mutila. La exigencia de nuestro tiempo, por el contrario, debería llevarnos a construir una forma de vida que permita, como ejercicio cotidiano, ser capaces de dejar fluir a nuestra existencia en una constante libertad.

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