sábado, 24 de octubre de 2009

Pobres y cerros pelones por todas partes. Periódico La Crónica

Saúl Arellano
Domingo 25 de Octubre, 2009
Hora de modificación: 00:42
México ha lastimado profundamente a sus bosques, selvas y otros ecosistemas. No es exagerado decir que ha llevado a la aniquilación muchas especies, y hemos puesto en riesgo la supervivencia de otras más, alterando no sólo los climas y las capacidades productivas locales, sino contribuyendo agresivamente a los negativos efectos del cambio climático y el calentamiento global.De acuerdo con WWF-México, los datos de la FAO indican que desde la década de los 80 hemos perdido superficies de bosques en rangos que oscilan entre 350 y 650 mil hectáreas cada año. Para dimensionar lo que esto implica, habría que compararlo con la extensión del Bosque de Chapultepec en la ciudad de México, el cual mide 647 hectáreas. Es decir, si los datos presentados por WWF son correctos, estaríamos perdiendo, cuando menos, el equivalente a 500 Bosques de Chapultepec anualmente.Asimismo, las estimaciones de pérdida de superficie boscosa presentadas por WWF señalan que entre 1976 y 1993 México perdió 29 mil 765 kilómetros cuadrados de bosques, una superficie equivalente al estado de Guanajuato, y que entre 1993 y el año 2000 se perdieron otros 53 mil 306 kilómetros cuadrados, es decir, un equivalente a la superficie del estado de Campeche.Siguiendo con la referencia a WWF, esta organización estima que nuestro país continúa siendo uno de los 10 con mayor megadiversidad ecológica en el mundo, pues alberga más del 10 por ciento de las plantas terrestres y vertebrados, en un área que representa sólo el uno por ciento de la superficie planetaria. Destaca además el hecho de que más del 60 por ciento de las especies que aquí habitan sólo se encuentran en nuestro territorio.Este sólo hecho debería llevarnos como país a reconsiderar nuestras responsabilidades con el mundo, pues el ser custodios del 10 por ciento de la biodiversidad planetaria debería impulsarnos a una nueva ética de dimensiones civilizatorias, que permitan construir un modelo de desarrollo que no sólo sea “amigable” con el medio ambiente, sino que nos lleve a vivir en una lógica de integración y respeto a la biodiversidad.La FAO y el Banco Mundial han insistido reiteradamente en que los bosques pueden constituir una de las principales vías para la superación de la pobreza. Como país, más nos valdría considerar que, en efecto, los bosques pueden proveer de alimentos, medicinas, así como de recursos económicos para generar desarrollo social y humano, pero también para diseñar nuevas políticas de protección y cuidado medioambiental.La crisis global de los alimentos llegó para quedarse. La FAO estima que los precios altos en el sector agropecuario seguirán altos al menos hasta el 2015, esto si las condiciones climáticas o la presencia de meteoros en regiones importantes de cultivo de granos no afectan las superficies cultivadas.En ese sentido, la realidad de que en nuestro país la mitad de la población viva en pobreza debe ser asumida desde una posición en la que el patrimonio ecológico de nuestro país sirva no sólo para alimentar a los más pobres, sino para acrecentarlo y de verdad construir un modelo de desarrollo ejemplar a nivel mundial.Programas como Pro-Árbol y otras ocurrencias del gobierno federal ya no alcanzan para revertir el daño generado al medio ambiente, ni mucho menos para convertir a la política del medio ambiente en una de las principales palancas del desarrollo del país.El panorama nacional comienza a ser desolador. En enormes extensiones que hace 10 años al pasar a través de ellas podían maravillar por la majestuosidad de paisajes literalmente verdes, hoy se asoman nada menos que “cerros pelones” rodeados de caseríos donde la miseria y el hambre se arremolinan, sin agua potable, sin drenaje, con pisos de tierra y con niños que no tienen oportunidades de vida digna.Ya no podemos darnos el lujo de seguir alterando los ecosistemas por el simple hecho de estar privilegiando ya sea políticas agropecuarias que están destinadas al fracaso o bien protegiendo a delincuentes que se han dedicado durante décadas al saqueo de nuestros recursos naturales.Ahora que en el Congreso se discute sobre el presupuesto habría que asumir la plena conciencia de que el tema medioambiental no es uno más en la agenda; que antes bien, abordarlo con la responsabilidad que exige abriría la posibilidad de construir una nueva plataforma para el desarrollo, y una fuente inagotable de recursos que puede jalar a otros sectores a su reconversión y a la generación de riqueza.México podría ser fácilmente la principal potencia ecológica del mundo en el siglo XXI. Pero ello requiere una inteligencia y una audacia capaz de pensar e imaginarse un país verde en 50 años, un país en el que el ecoturismo nos abre ventanas inéditas de convivencia responsable con el medio ambiente, pero sobre todo una política medioambiental que nos dignifique como especie.La realidad de tener por todos lados gente pobre y, como le he llamado aquí, “cerros pelones” no es un destino inevitable. México y las generaciones por venir merecen una realidad distinta.

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