domingo, 6 de enero de 2008

Nos Urgen Nuevos Liderazgos

Por Saúl Arellano
Periódico La Crónica
Domingo 06 de enero de 2008
El Informe sobre el Desarrollo Humano del año 2005 estuvo dedicado al análisis de lo que el PNUD llamó la encrucijada de la desigualdad. El poderío de este informe consiste en poner en la primera línea de la discusión internacional el tema de la desigualdad global, la cual se reproduce a manera de un “fenómeno fractal” a escala nacional, y al interior de los países, en sus estados, provincias y regiones, y hasta en las más pequeñas localidades.En efecto, uno de los mayores aciertos del PNUD está en hacerse una pregunta básica: ¿La desigualdad importa? La respuesta que ofrece el texto es afirmativa bajo el argumento de que la desigualdad limita las posibilidades y oportunidades del ser humano de acceder al desarrollo, en detrimento fundamentalmente de los más pobres.Agrega el informe que además de constituir una limitación a las posibilidades y oportunidades de las personas, la desigualdad constituye un obstáculo mayor al cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo del Milenio, los que deberán alcanzarse en 2015 y que de continuar las tendencias que hoy persisten, varios de ellos no se realizarán a cabalidad.Por otro lado, el PNUD ofrece un conjunto de argumentos morales y de justicia que deben llevar a las sociedades a la construcción de sistemas institucionales mucho más equitativos y que permitan resolver la ya señalada encrucijada de la desigualdad. Asimismo, el PNUD ofrece evidencia del hecho de que la desigualdad no sólo obstaculiza el desarrollo humano, sino al crecimiento económico de los países, pues la eficacia de los procesos económicos y el desarrollo humano en el largo plazo no sólo son compatibles, sino que se vuelven complementarios.En efecto, lo que a partir del año 2000 se ha hecho manifiesto en todo el mundo es que hay un proceso rapaz hacia la desigualdad. Empero, si hay información suficiente en torno no sólo a la desigualdad sino a otros fenómenos globales y locales (la migración, el cambio climático, el desempleo masivo), la pregunta que surge es ¿por qué no se ha logrado revertir esta tendencia y por qué no se ha logrado avanzar hacia la consolidación de sistemas económicos y sociales tendientes a la equidad, la inclusión y la erradicación de la pobreza?Como todo en lo social, las respuestas a cuestionamientos de esta magnitud no pueden ser “unicausales”. Aun con ello, en este entendido, puede señalarse que uno de los factores más importantes que impiden la superación de la desigualdad es la ausencia de liderazgos con el poderío y con la capacidad suficiente para modificar a profundidad los sistemas sociales, los procesos económicos y las estructuras políticas que nos han llevado, hay que decirlo nuevamente, a la encrucijada de la desigualdad en todo el orbe.En esa lógica, para muchos fue sorpresivo el triunfo del senador Barack Obama en Iowa, el pasado 3 de marzo. Resultaba también sorprendente el pronóstico de que el próximo 8 de enero ganará también en New Hampshire. De hecho, en un reciente artículo del Washington Post, distintos analistas sostenían que de iniciar una carrera ganadora en las internas del Partido Demócrata, Obama se perfilaría a un triunfo electoral que lo pondría en la antesala de la Casa Blanca con amplias posibilidades de triunfo.El tema del senador Obama resulta importante en el análisis de la desigualdad global y local, porque es el único precandidato que ha ofrecido mensajes clave que se sitúan en la lógica de lo que hoy las personas estamos viviendo y exigiendo en todo el mundo: la desigualdad, la pobreza y la miseria no pueden continuar. Obama ha construido, en un lapso muy corto, un poderoso liderazgo que más allá de que triunfe o no en las elecciones de Estados Unidos de América, abre la posibilidad de un nuevo diálogo social, aún al interior del país más poderoso del mundo, un país al que Obama ha desnudado y en el que ha evidenciado que más del 12% de su población es pobre; en el que persiste el racismo; en el que persiste la discriminación y en el que existe una profunda división social.Obama ha abierto además el debate sobre la construcción de un sistema universal de salud; frente a la propuesta de su principal oponente, Hillary Clinton, propuesta que de ganar Obama, pondría en tensión a una de las industrias de mayor poderío en el ámbito global, y la cual fue denunciada severamente hace pocos meses a través del documental “Psycho”, del cineasta Michel Moore.El caso del senador Obama es importante, porque muestra que aún es posible que un político pueda asumir un liderazgo social, basado en el carisma, sí, pero también en la creación de una oferta institucional que tiene como último fin, al menos como se presenta en el discurso, la consolidación de un sistema democrático constitucional, para la garantía de los derechos humanos y sociales de las personas. El gran acierto hasta ahora del senador Obama, consiste en haber entendido el momento histórico por el que atraviesa el mundo, y de ahí el gran acierto también de retomar la frase del doctor Martin Luther King: “El momento urgente es ahora”, el cual ha llevado, entre otras razones sin duda, a que la comunicadora más conocida en los Estados Unidos, Oprah Winfrey, haya decidido hacer campaña territorial a favor del senador Obama.Para México y para América Latina, la lección del legislador Obama es fundamental: los liderazgos requieren de un soporte institucional que le dé a las personas y a los distintos grupos de poder económico y político, la certidumbre de que el orden institucional y constitucional no sólo se mantendrá, sino que se buscará fortalecerlo por todos los medios posibles a fin de construir democracias más incluyentes.Es muy temprano aún para vaticinar que el congresista Obama será el candidato del Partido Demócrata para contender en las próximas elecciones del mes de noviembre de este 2008. Aun con ello, sí puede sostenerse que su liderazgo en aquel país ha generado, como lo registró el Washington Post en su edición del miércoles “verdaderas ondas de choque” en la conciencia norteamericana y al interior de los grupos políticos y económicos más poderosos de los Estados Unidos.Enfrentar la pobreza y la desigualdad requieren de carácter; requieren además del doble poderío que Heidegger enunciaba como requisito de la formación de una existencia para la libertad: el poderío de las universidades, y el poderío del liderazgo.Nuestro país, lamentablemente está hoy al parecer, muy lejos de construir las estructuras institucionales para el surgimiento de un liderazgo como el de Obama: quizá sea también una de las principales muestras de la desigualdad pues, mientras que en aquel país son las instituciones democráticas las que posibilitan y facilitan su presencia, en el nuestro, han sido los caudillos y los líderes carismáticos los que han amenazado siempre al orden institucional y constitucional.En México, nos urgen nuevos liderazgos: líderes que tengan probidad moral; que cuenten con el sentido de patria necesario para luchar en todo momento por la cohesión y la justicia social. La apuesta es muy alta e implica muchos riesgos, porque en el fondo de lo que se trata es de confrontar a los intereses fácticos que se han opuesto sistemáticamente a la transformación de las condiciones de inequidad en que vivimos en el siglo XXI.La apuesta es alta, sí, pero también es necesaria y urgente, porque un mundo desigual es un mundo en el que, de hecho, las personas mueren por hambre, por enfermedades prevenibles y ahora incluso, hasta por soledad. Un mundo así es un mundo que debe cambiarse, y es deseable que sean los liderazgos con mayor arraigo social, los que inicien la aventura de comprender que en efecto, el momento urgente es ahora.

No hay comentarios: