domingo, 24 de agosto de 2008

La crisis del hambre no cede. La Crónica

Por: Saúl Arellano Opinión
Domingo 24 de Agosto de 2008 Hora de publicación: 23:31
"La mecha está encendida”; así abre la revista The Observer su más reciente edición en español para referirse al estado en que se encuentra la situación mundial con respecto a la crisis de los alimentos que está afectando ya a todo el orbe y que está generando enojo y frustración en distintas regiones.Así, la introducción al artículo de portada de The Observer dice: “Ese enojo se palpa en todo el globo. La crisis alimentaria no sólo se siente entre los pobres, sino que está erosionando las ganancias de las clases trabajadoras y media, sembrando el descontento y ejerciendo presiones nuevas sobre gobiernos frágiles”.La crisis alimentaria que afecta a todo el planeta se ha traducido en un incremento en los precios de los productos básicos, sólo entre 2006 y 2007, en más de 45%, y en algunas regiones ya no sólo es el precio, sino la disponibilidad lo que está en juego, es decir, hay regiones en los que aún habiendo recursos disponibles no hay alimentos que comprar.Jeffrey Sachs, economista y asesor especial del secretario general de la ONU para este tema, sostiene en el artículo citado: “Es un asunto grave que obviamente amenaza a muchos gobiernos. Hay varios contra las cuerdas, y pienso que habrá más consecuencias políticas”.De este modo, ésta es calificada ya por todos los expertos como la peor crisis alimentaria en 70 años, con el agravante de que está aderezada con una severa crisis en el sector energético, empeorada por los efectos del cambio climático y la pérdida de productividad y capacidades de cultivo en amplias regiones que hace 50 años eran aptas para la agricultura, así como un severo estancamiento económico en los Estados Unidos de Norteamérica al que se ha sumado en las últimas semanas Europa y buena parte de Asia-Pacífico.Por otro lado, es preciso destacar que esta crisis está afectando aceleradamente los avances que se habían logrado en el combate a la pobreza, y amenazan severamente las posibilidades de reducir a la mitad el número de pobres en el año 2015, de acuerdo con el planteamiento de las Metas del Milenio.En su revista número 95, la CEPAL advierte para América Latina que hacen falta, además de nuevas y más eficaces políticas para la superación de la pobreza, otra batería de políticas para proteger a las clases medias y trabajadoras. Así, el diagnóstico del organismo es claro: “En Argentina, Chile, Costa Rica, Cuba, México y Uruguay los sectores medios han vivido situaciones de empobre-cimiento en los últimos años, al enfrentarse crisis económicas, concentración de los ingresos, encare-cimiento de los servicios privados, pérdida de calidad de los servicios públicos y/o precariedad laboral”.En otro documento titulado The middle class and the development process, la CEPAL advierte que de no desarrollar políticas que propicien nuevas capacidades para este sector de la población la brecha de la desigualdad jamás podrá cerrarse, pues su participación en los procesos de desarrollo es clave para lograr la superación de la pobreza y la reducción de las disparidades.Estos temas son de singular relevancia para nuestro país, porque no hay muestras de que las políticas para el campo se vayan a modificar en los próximos meses o años, ni tampoco se perciben nuevas orientaciones en materia de atención a las clases medias y a los sectores de trabajadores urbanos marginados.Vale la pena citar el documento, igualmente publicado por CEPAL, Una nota sobre el impacto del gasto social en el que se identifica a México como un país con una enorme “brecha de protección social”, la cual indica una ruptura entre la demanda de servicios sociales de calidad y la capacidad del Estado para proveerlas. En esta medición, México aparece por debajo de países como Brasil, Argentina, Chile e incluso Venezuela.Mientras todas estas consideraciones, índices e instrumentos de medición van y vienen, la frustración de las clases medias crece y el lamento de los pobres poco a poco va adquiriendo un tono más cercano al clamor ante las condiciones que se han radicalizado, sobre todo para los indígenas y para los habitantes del mundo rural de las zonas áridas, semiáridas y en proceso de desertización.De igual forma, en todos los foros internacionales, conferencias y seminarios en los que se analiza la desigualdad, la pobreza y cuestiones relativas al desarrollo hay un consenso generalizado en torno a la necesidad de dar un vuelco a las políticas de combate a la pobreza y de generación del desarrollo, y cada vez son más los analistas y expertos de los organismos como el BID, el FMI o el Banco Mundial que reconocen que basar la noción del desarrollo social exclusivamente en políticas de asistencia social de transferencia de ingresos como el Programa Oportunidades no son ni serán suficientes para transformar las condiciones en que viven millones de personas en América Latina y, por supuesto, en México.En medio de todo esto hay confusiones y un extravío ideológico mayor. Ninguno de los partidos políticos en el poder y ninguno de los gobiernos estatales han logrado aún acreditar que tienen, más allá de los discursos y de los informes oficiales, una visión distinta del desarrollo que nos dé luz sobre nuevas rutas transitables hacia el bienestar y el cumplimiento de los derechos sociales para México.Todo esto de lo que se habla aquí tiene referentes cotidianos que no manifiestan sino la ruptura y división que hay entre los mexicanos. El caso más evidente en estos últimos días está en el ejemplo del deporte y el desempeño que se ha tenido en los Juegos Olímpicos, actuación frente a la cual se escucha en todas las mesas de café o charla cotidiana frases como “si no van por medallas, ¿a qué van?”, “deportistas perdedores”, “carecemos de mentalidad ganadora” y otras tantas, que no reflejan, otra vez, sino la frustración clasemediera y la incomprensión de las condiciones de desigualdad y de carencia de visión de los gobiernos que no han atinado a ver en el deporte una importante veta del desarrollo psico-emocional y de la salud de las personas.Que una persona como Everardo Quirino llegue a una olimpiada no es un asunto menor, sobre todo considerando una historia de vida en medio de la pobreza y la vulnerabilidad social, y lo que su caso y otros más evidencian es que en nuestro país se puede decir que la desigualdad y la pobreza son literalmente olímpicas, más aún si se considera que el deporte en el que más dinero se invierte y mejores instalaciones y recursos tiene en el país no logró siquiera su clasificación al evento deportivo más importante del planeta.En medio del hambre no puede haber masivamente atletas exitosos; en medio de la desigualdad no puede haber millones de “mentalidades ganadoras”; en medio de la violencia y la inseguridad no pueden haber calles y espacios deportivos y públicos llenos de jóvenes con alternativas frente a las adicciones; en medio de la corrupción y la falta de honestidad de los gobernantes no puede haber infraestructura para el desarrollo ni inversiones inteligentemente dirigidas para el bienestar de las personas. Frente a estas cuestiones, es un hecho que la crisis del hambre no cederá. Es real que la pobreza amenazará y rondará a los hogares de clases medias y afectará con mucho mayor severidad a quienes ya la padecen. Si ya sabemos esto, la pregunta es ¿cuándo van a asumir los gobiernos su responsabilidad?, y ¿cuándo pasarán de la frivolidad y la incompetencia al compromiso y capacidad a prueba de todo, a favor de México y sus habitantes? Tenemos enfrente a una crisis del hambre que no cede, y es tiempo de actuar, si no queremos, como sostiene el asesor de la ONU, ver en el corto o mediano plazo graves consecuencias políticas.

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