sábado, 18 de julio de 2009

Datos que dan pavor. Periódico la Crónica

Saúl Arellano Opinión
Domingo 19 de Julio, 2009. Hora de modificación: 00:15
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=446323

INEGI confirmó esta semana, mediante la información de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares 2008, lo que muchos habíamos advertido: el impacto de la crisis iniciada en septiembre del año pasado afectaría severamente los ingresos de los hogares, en particular de los más pobres, impacto que se ha acrecentado conforme se ha recrudecido la recesión y la pérdida de empleos ha entrado en una fase de caída libre, lo que hace pensar que a finales de 2009 tendremos niveles de pobreza realmente pavorosos.Según el comunicado de INEGI, el ingreso corriente total de los hogares decreció 1.6 por ciento en dos años, y los seis deciles de menos ingresos en el país concentraron sólo el 26.7 por ciento de los ingresos del país, mientras que el último decil, es decir, el que más percibe, recibió el año pasado el 36.3 por ciento, cuando años atrás recibía el 35.7 por ciento.En términos coloquiales, el 10 por ciento de los hogares del país concentra una tercera parte de los ingresos disponibles, lo que se traduce en que en este rango de ingresos se perciben, en promedio, 133 mil 048 pesos trimestrales. En contraste, el decil más pobre percibe seis mil 116 pesos al trimestre, suma casi 500 pesos menor a la registrada en 2006. Lo anterior significa llanamente que los pobres son ahora más pobres que ayer y que los ricos lo son aún más. Esta evidencia es suficiente para demostrar que las políticas económicas y sociales del país no sólo están desbordadas, sino que son causa estructural de esta catástrofe nacional, caracterizada por la pobreza, la marginación, la carencia de servicios y, lo más triste, por miles de muertes a destiempo por la falta de alimentos, medicinas y atención médica oportuna y de calidad.Si hay un dato que puede ayudar a comprender la magnitud de la pobreza de un país, éste es el del nivel de gasto que destinan los hogares para su alimentación. Es decir, a mayor proporción de los ingresos que se destinan a comer, mayor es la pobreza en que se vive. Así, en promedio, el 33.6 por ciento de los ingresos percibidos por los hogares en México se destinan a alimentos, tabacos y bebidas.Paradójicamente, el segundo rubro de gasto al que se destinan los ingresos de los mexicanos es el del transporte, el cual representa un 18.4 por ciento. Este indicador obliga a pensar en lo monstruoso de nuestro sistema económico, en el que más de la mitad del gasto de los hogares está destinado a comer y a transportarse, ya sea para ir a la escuela o bien para desplazarse a los centros de trabajo. Es decir, literalmente hoy se trabaja simplemente para mantener el empleo, figura terrorífica de nuestro modelo de desarrollo que cancela todo proyecto de futuro digno para las mayorías.En México hay 26.73 millones de hogares, con un promedio de 4.0 integrantes, dato interesante porque desde 2002 se mantiene en prácticamente en el mismo nivel, que en ese año era de 4.1.Asimismo, los datos de INEGI nos revelan lo acelerado de la transición demográfica que estamos viviendo, pues la edad promedio de los o las jefas de los hogares ha ido creciendo paulatinamente al pasar de 46.3 años promedio en 2002 a 48.2 años. Esto tiene su correlato en el número de miembros en el hogar menores de 14 años, el cual pasó de 1.2 en 2002 a 1.1 en 2008. Esto implica que la cantidad de personas en edad de trabajar ha crecido en los últimos años, y que se han visto obligados a incorporarse al mundo del trabajo debido a la precariedad de los empleos.Véase el siguiente dato: el número de perceptores de ingreso por hogar pasó de 2.0 en el año 2002 a 2.3 en 2008. Y aquí se encuentra una de las claves para comprender el horror económico que estamos padeciendo, pues a pesar de que hoy más personas llevan dinero a sus hogares, sus ingresos totales disminuyeron. Es decir, más personas trabajan ganando en conjunto menos que hace dos años, lo cual no puede ser calificado a la luz de los indicadores, sino como aberrante en extremo.De esta forma, lo esperable es que el gobierno no nos venga una vez más con que revisará sus programitas sociales, o peor aún, sus reglitas de operación. Lo que está fracturado en México es el pacto social y la posibilidad de que todos asumamos un mismo sentido de nación. Lo que se requiere es a la vez tan simple y tan complejo que difícilmente se perciben atisbos de cambio en beneficio de los desposeídos: replantear con urgencia el pacto social, modificar las estructuras institucionales que permiten reproducir la desigualdad y romper con los círculos generacionales de reproducción de la pobreza. Si en el gobierno siguen sosteniendo que con su estrategia fallida de Vivir Mejor lo van a lograr, lo que nos estarán diciendo es que los pobres les dan lo mismo, que la ofensiva desigualdad que azota al país los tiene sin cuidado y que seguirán simplemente administrando la catástrofe.No hay duda, los datos que hoy nos describen no pueden causar otra cosa sino un enorme pavor acompañado de una desesperanza social sin límites.

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