domingo, 18 de abril de 2010

Primero catastrofistas, ahora malintencionados. Periódico La Crónica

Saúl Arellano

Domingo 18 de Abril, 2010
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=501099
 
Es sorprendente la hipersensibilidad de este gobierno ante la crítica, lo que ha llevado no sólo a los más altos funcionarios públicos a cometer errores graves en sus declaraciones, sino a que sea el mismo Presidente de la república quien caiga en excesos verbales, como en su reciente declaración relativa a que los muertos civiles en la guerra contra el narco “son los menos”.


Es cierto que el derecho a la información y la libertad de expresión tienen como contrapartida el derecho de réplica, y en el caso específico de los gobiernos la legítima defensa de las decisiones que se toman, empero, la administración del presidente Calderón se ha caracterizado por momentos de intolerancia que no corresponden a una democracia.

En un país de corta memoria como el nuestro, vale la pena recordar que en 2008, cuando el hombre más rico del mundo, según la revista Forbes, advirtió de la magnitud de la crisis económica que se avecinaba, se le descalificó desde el gobierno llamándole “catastrofista”.

A 18 meses del estallido de la crisis en 2008, somos testigos de un verdadero desastre social. Según los datos más recientes del Coneval, el índice de pobreza asociada al empleo creció de 1.0 a poco más de 1.7, lo que implica que en términos absolutos, con las mediciones que se llevarán a cabo en este 2010, se confirmará la existencia de más de 50 millones de pobres y más del 80 por ciento de la población en vulnerabilidad por carencia.

Ahora, dice el Presidente de la república, “algunos malintencionados” han querido hacer ver que el gobierno niega la muerte de “algunos civiles” en la lucha contra el narco; reconoce que es cierto, pero insiste en que se trata de un problema de percepción, y sostiene además, que en el 90 por ciento las muertes relacionadas con la guerra contra el crimen se trata de delincuentes.

Ante lo anterior el azoro es mayúsculo: parece que para el Presidente es “malintencionado” señalar que más de dos mil muertes, de policías, militares y civiles, aun cuando “son los menos”, resultan inaceptables.

El Presidente confunde los términos de la crítica. Señalar la violación de los derechos humanos no implica un llamado a “retirada” en la lucha contra el narcotráfico. Lo que no puede aceptarse, bajo ningún argumento, es que en esta lucha se le exija a la ciudadanía la renuncia a sus libertades.

La propuesta de “bienestar a cambio de libertad” ha terminado siempre en autoritarismo, por lo que es un gesto autoritario del Presidente señalar de “malintencionado” a quien con base en argumentos exige al gobierno que vigile el irrestricto cumplimiento de nuestra Carta Magna; así juró hacerlo y así debería estar haciéndolo.

Felipe Calderón es un abogado y en función de ello debería saber que nada puede estar por encima de la ley, aun cuando sólo represente el 10, el cinco o incluso el uno por ciento de cualquier cifra o fenómeno.

La actitud del Presidente provoca desconcierto porque se sitúa en la lógica de la defensa de un país “en donde no pasa nada”. Hace unos días se dio a conocer un video en el que se muestra que soldados estadunidenses asesinaron a periodistas y civiles en Irak; el caso desató un escándalo internacional y provocó el cese de altos mandos militares y funcionarios gubernamentales.

Por el contrario, en México el asesinato de niñas y niños, periodistas y población civil en general a manos de militares genera una reacción furibunda del Presidente y de algunos de sus secretarios, acusando a la crítica de actuar de mala fe, y de ser apátrida por no hablar de lo bien que está México con sus millones de miserables, con sus miles de víctimas del delito y con una autoridad marcada por la ineficiencia y la corrupción.

El gobierno debería saber que en un régimen democrático la crítica cumple una función social insustituible; que un gobierno que señala y descalifica, antes que argumentar y dar resultados, le vuelve la espalda a la democracia y a la posibilidad de construir una sociedad tolerante y respetuosa de la diversidad y la pluralidad de las ideas.

En todo lo que va de la administración no ha habido un solo acto de humildad en el que el Presidente haya asumido que se equivocó; la pésima gestión de Agustín Carstens fue premiada con su postulación como gobernador del Banco de México, el paso de Ernesto Cordero por la Sedesol desde la que fue testigo pasivo del crecimiento del número de pobres alimentarios en más de cinco millones de personas en sólo dos años fue premiado con su nombramiento como secretario de Hacienda; Heriberto Félix, ex subsecretario de Comercio en cuya gestión el número de Pymes apoyadas con créditos fue ínfima, recibió como reconocimiento el nombramiento como secretario de Desarrollo Social.

El Presidente se ha equivocado en muchas de sus decisiones y ahora también en sus declaraciones respecto a la crítica; ante ello, sería muy sano para la república que tuviera el gesto de decir “me equivoqué” y de convocar a un diálogo respetuoso con quienes no piensan ni como él ni como sus colaboradores. Alguien debería hacerle ver que así funcionan las democracias.

sarellano@ceidas.org

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