domingo, 13 de abril de 2008

Por eso no los quieren ...

Periódico La Crónica
Por: Saúl Arellano Opinión
Domingo 13 de Abril de 2008 Hora de publicación: 01:59
“Nos pasamos la vida muriéndonos de hambre”. Macario, Bruno Traven
Se ha discutido en México durante mucho tiempo en torno a la necesidad de que la democracia genere las condiciones necesarias para conseguir el desarrollo social y humano. A mi juicio, es una exigencia demasiado elevada para la democracia. Ésta constituye una forma de gobierno y un mecanismo para la disputa racional y organizada del poder.Sin duda alguna, la democracia puede tener distintos grados de “calidad” y en función de ello, garantizar rendimientos mínimos. Una democracia puede fomentar la participación ciudadana y la construcción de ciudadanías plenas, esto es, personas comprometidas con valores como la tolerancia, la solidaridad, la cooperación; así como actitudes cívicas como el respeto a la ley y el apego al Estado de derecho. Cuando este es el caso, la ciudadanía cuenta con las capacidades para exigir a sus gobiernos el cumplimiento del mandato constitucional en todas sus dimensiones, y con ello, la generación de condiciones de bienestar mínimas para todos.Lo que la democracia no puede conseguir por sí misma o por algún mecanismo automático, es que quienes participan en la vida pública necesariamente asuman las virtudes cívicas y los valores mencionados, y que actúen en todo momento considerando las necesidades, demandas, pero sobre todo, los derechos de las personas.Consolidar una democracia requiere pues, de la construcción de mecanismos de sanciones y recompensas, que le impongan costos a quienes no cumplen con los mandatos de las leyes, y que por otra parte incentiven en una lógica de “suma positiva”, a todos los actores políticos para actuar en beneficio de todos.De esta forma, una democracia con rendimientos crecientes será siempre una democracia con un sistema institucional sólido, que además cuente con las capacidades para una distribución justa de las tareas, responsabilidades y beneficios sociales. Instituciones que garanticen el control del gobierno; la disputa equitativa por el poder político; el funcionamiento adecuado de las administraciones de todos los órdenes de gobierno; la participación de la sociedad civil en distintas esferas de la vida pública; medios de comunicación y prensa libres; libertad de pensamiento y creencias; así como mecanismos y dispositivos institucionalizados para evitar la desigualdad y las disparidades tanto entre las personas como entre las entidades y regiones.No obstante, el análisis de la realidad debe considerar a quienes son las personas responsables del funcionamiento y la toma de decisiones en estas instituciones, y ahí es en donde se encuentra una vez más el “cuello de botella” de nuestra democracia. Y es que, hay que decirlo, estamos atrapados en un círculo vicioso en el que las dirigencias de los partidos políticos han secuestrado literalmente a buena parte del aparato institucional, lo que nos ha llevado a niveles de pérdida de desarrollo humano y competitividad social y económica, que ha hecho que las personas, en su mayoría, no confíen en las instituciones; no confíen en la democracia ni en los valores democráticos, y como resultado, estén dispuestos a seguir votando por políticos mediocres que son capaces casi de cualquier cosa a fin de mantenerse en el poder político.Cuando quienes tenemos el privilegio de colaborar en los medios de comunicación criticamos a los partidos, aquéllos de inmediato reaccionan diciendo que hay intereses que buscan dañar su imagen; que sí trabajan y que están sumamente preocupados por la patria y la ciudadanía.Esta semana, Roy Campos publicó la más reciente encuesta sobre preferencias electorales. De acuerdo en ella, poco más del 36% de los mexicanos no tiene ninguna identidad partidista; 23.5% de los encuestados declaró identificarse con el PRI; 22.4% con el PAN; y 13.6% con el PRD. Destaca el hecho de que en 1999, el PRI contaba con un 34.9% de identificación ciudadana (ha perdido casi 13 puntos porcentuales en menos de 10 años); el PAN se encontraba con 19.3% en ese año (ha ganado sólo 3 puntos porcentuales); y el PRD se situaba con poco más de 10% de identidad partidista (ganando igual que el PAN cerca de 3%).Los datos muestran una realidad a mi juicio positiva para el país: ningún partido cuenta con más preferencias que el número de personas que no se identifican con ningún partido político, lo cual, al menos en la teoría, debe obligar a los partidos a la búsqueda precisamente del convencimiento de los “ciudadanos independientes” al momento de las disputas electorales y lo cual debería obligarlos a generar gobiernos de beneficio mayoritario, a fin de lograr la ratificación electoral.En esa lógica, es también de llamar de atención que de acuerdo con el documento de Consulta Mitofsky, el PRI había sido el partido tradicionalmente con mayor rechazo ciudadano; empero a partir del 2006, es el PRD el que ocupa esta no tan honrosa distinción. Aun con ello, debe señalarse que los otros partidos políticos cuentan igualmente con enormes porcentajes de rechazo, lo cual es signo al menos de dos cosas: 1) La enorme polarización que existe en nuestro país y; 2) La crisis moral y de representatividad por la que atraviesan todos, hay que insistir, todos los partidos políticos en nuestro país.Por si fuera poco, no sólo los partidos son muestra de actitudes inmorales, que por su cinismo rayan en la estupidez: hace algunas semanas, el Consejo General del IFE decidió que el nuevo Presidente Consejero, y los consejeros electorales, debían ganar mucho más dinero por sus “invaluables servicios” a nuestra democracia. Esto se llama simplemente desvergüenza.La encuesta sobre confianza en las instituciones, elaborada igualmente por Consulta Mitofsky, nos dice que las instituciones de confianza alta en el país son las universidades, las iglesias, el Ejército y los medios de comunicación; de confianza media, la Presidencia de la República; la Suprema Corte de Justicia de la Nación; los bancos, el IFE y los empresarios; y en las instituciones de baja confianza, se encuentran los políticos, los senadores, los sindicatos, las policías y, lamentablemente no es sorpresa, en la última parte de la escala, los partidos políticos, que no está de más señalar, es de donde provienen los diputados y los senadores, los cuales no llegan ni al seis en una escala de 10 puntos.Es grave que el IFE, la Suprema Corte y la Presidencia de la República tengan sólo “niveles medios de confianza”. Con ello, ¿cómo podrán generarse los consensos para acabar con la pobreza, la desigualdad y la impunidad? Asuntos todos urgentes de nuestra realidad cotidiana.Mientras en el PRI sigan apareciendo personajes “presuntamente vinculados” a crímenes como el narcotráfico o algunos aún más oscuros como la pederastia. Mientras en el PAN sigan utilizando los recursos públicos para pagar la construcción de templos católicos, y sigan violentando derechos humanos como en Jalisco y Guanajuato. Y mientras en el PRD no sean capaces de actuar sin tener que verse envueltos en “cochineros” o en llamados a la violencia, la gente seguirá sin creerles nada.En México hay gente que “vive muriéndose de hambre”, como Macario en el memorable cuento de Bruno Traven. Hambre, —sostiene Macario—, “que es lo único que realmente he tenido toda mi vida”. Mientras esto siga así, mientras la corrupción siga campeando en todo el país; mientras la impunidad del crimen se mantenga; mientras mientan y más nos mientan, menos habrá aceptación ciudadana ni de los partidos ni de los políticos tradicionales. Por todo esto, simplemente, es que la gente simplemente no los quiere.

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