martes, 11 de agosto de 2009

Y sin embargo, seguirá habiendo pobres. Periódico La Crónica

Saúl Arellano
Opinión Domingo 9 de Agosto, 2009
Hora de modificación: 00:49
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=450457

Desde que estalló la crisis económica en septiembre de 2008, una semana sí, y la que le sigue también, el Gobierno Federal se ha llenado la boca afirmando que hoy la economía se está recuperando; que ya se tocó fondo y que se comienzan a percibir “alentadores signos” de recuperación.Pareciera que las áreas responsables de diseñar y construir el discurso del Presidente de la República asumen aquello de que una mentira, repetida mil veces, se transforma en verdad. Aquí lamentablemente la verdad es que hoy tenemos más pobres que cuando Felipe Calderón asumió la Presidencia, y que según los datos disponibles, de seguir por donde vamos, al término de su mandato habrá aún más.El día 18 de junio de 2008, publiqué en La Crónica el artículo titulado “Lo que nos faltaba … hay más pobres”. En él adelanté que la cifra de pobres alimentarios crecería de 14.4 millones de personas con hambre en el 2006, a 16 millones a finales del 2008. Se me criticó diciéndome que las cifras que estaba presentando eran erróneas. Y sí lo eran, pero no por exceso, sino por defecto; lo que ocurrió fue que la crisis económica recrudeció las ya precarias condiciones de vida de los mexicanos y a finales de 2008 Coneval nos dio la cifra oficial de más de 19 millones de personas en pobreza alimentaria, 50.6 millones de pobres de patrimonio, esto sin contar los efectos de la crisis a lo largo de 2009, los que seguramente harán que la pobreza se incremente significativamente una vez más a finales de este año.Frente a esta realidad, el presidente Calderón ha mantenido una consistencia de optimismo sorprendente. El 24 de marzo, en un evento oficial, el Presidente declaró: “México está fuerte, tiene un rumbo claro, nos hemos preparado en las buenas épocas para los tiempos críticos; hoy es el momento de utilizar esas fortalezas”. Luego, el día 4 de mayo, en su mensaje a la nación con motivo de la epidemia de influenza: “Sé que una vez superada la contingencia sanitaria nuestra economía comenzará a recuperarse, también paulatinamente”.Mucho más recientemente, el día 1 de agosto sostuvo en un evento con la Armada de México: “Hoy que ustedes arriban, nuestra economía comienza lenta, incipiente, pero alentadoramente a mostrar algunos de estos signos de recuperación”.Cualquiera que sepa un poco de teoría del discurso podrá darse cuenta de que no ha habido ningún esfuerzo de revisión de la manera en cómo el Presidente habla a los mexicanos. Quizá lo peor consiste en que en este optimismo a prueba de las más tercas realidades, no hay ni el más mínimo asomo de autocrítica. Pareciera que todo está bien. Que pasando la crisis todo volverá a estar como antes; que de lo que se trata es de sortear el “vendaval” económico mundial, y resistir estoicamente el deterioro de nuestra calidad de vida. ¿Por qué el Presidente no puede reconocer que las cosas no están funcionando? ¿Por qué el Presidente no asume que está rodeado de gente que no cuenta con las capacidades para enfrentar la magnitud del reto que significa gobernar México, sobre todo considerando los desastrosos resultados sociales de su administración? ¿Por qué guarda silencio ante las proyecciones del PNUD, en las que se sostiene lo mismo que muchos hemos argumentado: el número de pobres seguirá creciendo hasta el final de su mandato?¿Debemos asumir acaso que la pobreza es un mal inevitable? ¿Debemos guardar silencio ante la negativa gubernamental a cambiar el modelo de crecimiento? ¿De verdad tenemos que asumir simplemente que no hay nada qué hacer y que con los programitas que hoy opera la Sedesol vamos a resolver la desigualdad, la pobreza, la marginación y la discriminación de la que son víctimas millones y millones de personas todos los días?El problema de diseñar gobiernos desde la óptica más simplona de los tecnócratas, es que parten siempre del supuesto de que en política las encuestas representan el termómetro diario de las decisiones públicas y que en economía “la tendencia de la curva no varía”; ya vimos que puede hacerlo dramáticamente a la baja, como en la estrepitosa caída del 10% del PIB.El Gobierno tiene la responsabilidad de asumir que aunque creciéramos a un ritmo de 5% anual de aquí al 2012, ni la pobreza ni la desigualdad se reducirían, porque no se ha llevado a cabo ninguna reforma para que las brechas de desigualdad se cierren; para crear empleos dignos; ni tampoco se ha propuesto modificar la política económica a fin de garantizar que creceremos con el objetivo de garantizar equidad.Nunca la ciencia por sí sola, ni mucho menos quienes construyen formulitas en la lógica del expendio y el abarrote le han dado claridad moral ni sentido de cohesión a las sociedades. La Presidencia nos dice que aún en medio de la crisis se generaron 25 mil empleos. La mala noticia es que requerimos un millón de puestos de trabajo digno al año. Por ello, aunque se crearan 500 mil empleos más en lo que resta del 2009, simplemente seguirá habiendo pobres.

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