lunes, 8 de marzo de 2010

La persistente inequidad de género en Guanajuato. Periódico Correo

Saúl Arellano
Lunes, 08 de Marzo de 2010

Uno de los mayores rezagos que persisten en Guanajuato es la desigualdad de ingresos que hay entre hombres y mujeres; además de que hay una marcada diferencia en cuanto a las oportunidades que tienen unos y otros de insertarse en el mercado laboral; de este modo, cuando lo logran, las mujeres lo hacen en los empleos de peor calidad y con menores remuneraciones y prestaciones sociales.

Así lo muestran las cifras históricas, las cuales revelan que ésta ha sido ya una década perdida en materia de equiparación de las condiciones de vida entre mujeres y hombres, y por los datos disponibles, puede sostenerse que no hay manera de revertir esta tendencia en lo que resta de la presente administración.

Al igual que en todo el país, 2009 ha sido uno de los peores años en la historia de Guanajuato en materia laboral, pues a la drástica caída en el empleo se le añade la precarización de los salarios y las prestaciones sociales, lo cual no sólo ha impedido que la desigualdad entre hombres y mujeres se reduzca, sino que hay signos alarmantes de que puede crecer.

Al analizar las tendencias de ingresos de las mujeres, en comparación con los hombres, se observa que a lo largo de la década se han mantenido marcadas diferencias.

Así, en el año 2000, de las 494 mil mujeres que laboraron en ese año, el 24% percibió ingresos mensuales por debajo de un salario mínimo, es decir, casi una de cada cuatro.

En contraste, de los 970 hombres que tenían empleo en ese año, el 11.13% percibió ingresos por debajo de un salario mínimo, es decir un porcentaje 2.15 veces menor.

En el otro extremo, del total de mujeres trabajadoras, sólo el 6.68% logró obtener ingresos por arriba de cinco salarios mínimos mensuales, mientras que la proporción lograda por los hombres fue de 12.16%, es decir, un porcentaje de prácticamente el doble que el alcanzado por las mujeres.

Para el año 2005 la situación no se modificó sustantivamente. Del total de mujeres trabajadoras, el 22.9% obtuvo ingresos mensuales por debajo de un salario mínimo; mientras que para los hombres el porcentaje registrado fue de 8.93%, es decir un promedio 2.56 menor que el de las mujeres.

En ese mismo año, el porcentaje de mujeres que logró ingresos por arriba de cinco salarios mínimos fue de sólo el 6.41%, mientras que el porcentaje de hombres en este nivel de percepciones fue de 11.83%, nuevamente, una tasa casi del doble que la alcanzada por las mujeres.

Para el año 2009 la desigualdad mostró una vez más un repunte, lo cual, en términos sociales, es inaceptable porque representa regresiones graves en el cumplimiento de los derechos humanos.

Así, el porcentaje de mujeres que percibían a julio de ese año menos de un salario mínimo fue de 24.17%, un indicador incluso superior al registrado en el año 2000. En contraste, el porcentaje de hombres que el año pasado percibieron ingresos mensuales por debajo de un salario mínimo se situó en 11.18%, es decir, 2.16 veces menor al registrado por las mujeres.

En la situación opuesta, es decir, el grupo de mujeres que a julio del año pasado logró ingresos por arriba de cinco salarios mínimos, se situó en un porcentaje de 6.73%, mientras que el porcentaje de hombres que se ubicaron en este nivel de percepciones fue de 10.86%, el dato más bajo registrado en la década, pero aún así mucho mayor al registrado por las mujeres, además de que tal reducción no se debió al mejoramiento de las políticas públicas, sino a la pérdida masiva de empleos, sobre todo en la industria de la construcción y de las manufacturas.

El otro indicador que permite evidenciar la precariedad y la desigualdad contra las mujeres es el de su condición de acceso a servicios de salud por el trabajo que desempeñan.

Este indicador se ha mantenido estancado prácticamente desde 2005, año en que INEGI estimó en el cuarto trimestre de ese año para el estado de Guanajuato, un porcentaje de 69.27% de las mujeres trabajadoras sin acceso a servicios de salud; mientras que en el cuarto trimestre de 2009, el porcentaje estimado fue de 68.73%.

Con base en estos datos, puede sostenerse que en Guanajuato es urgente modificar las políticas de desarrollo social y económico a fin de avanzar en la reducción de las disparidades, y en la erradicación del machismo, la discriminación y la violencia contra las mujeres, factores todos que determinan en buena medida, la marginación económica a la que han estado sujetas históricamente.

Lo cierto ante esta evidencia es que una sociedad democrática no puede darse el lujo de estas desigualdades, originadas en la inequidad entre los géneros. Y es hora ya de que esta discriminación pare.

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