domingo, 21 de marzo de 2010

Una democracia de mentirosos. Periódico La Crónica

Saúl Arellano

Opinión Domingo 21 de Marzo, 2010
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=495756

En su convocatoria a construir un nuevo diálogo social, Mario Luis Fuentes sostiene una dura sentencia: nuestros principales dirigentes mienten. Estoy convencido de que tiene razón, y que esto es lo que en buena medida tiene atrapado al país en el desempleo, la desigualdad y la pobreza.

Es cierto que tenemos un sistema democrático muy joven; en ese sentido, tendrían relativa razón quienes sostienen que aún es “muy pronto” para exigirle cuentas; sin embargo, si se piensa desde otra perspectiva, en este “muy pronto” se nos está haciendo rápidamente tarde para construir una plataforma política desde la cual pueda impulsarse la equidad y la erradicación de la pobreza.

Se ha dicho en muchos espacios que la clase política ha extraviado el rumbo; sin embargo, habría que pensar por el contrario que no es así, que la clase política lo tiene perfectamente claro: el saqueo sistemático del país. Porque lo que ocurre en el fondo es que sus intereses no son los de las mayorías y porque tristemente se cumplió la advertencia que Octavio Paz hizo ya hace más de 20 años: hay una usurpación de las instituciones del Estado.

¿Quiénes son los usurpadores? Fundamentalmente las dirigencias de los partidos que sirven de parapeto y fachada a los intereses de cuatro o cinco grupos económicos que les dictan cuáles son las agendas aceptables; cuáles son los temas que tienen prioridad en la discusión legislativa y cuáles son las urgencias que deben resolverse en el día a día.

Dulce María Sauri tiene completa razón cuando critica a Beatriz Paredes, al argumentar que la líder priista dejó de ser una socialdemócrata progresista (¿de verdad lo fue alguna vez?) al ceder ante las presiones de los grupos de poder fáctico.

Tiene razón el ex senador Corral cuando denuncia que el PAN está lleno de farsantes que no responden a los ideales democráticos con que fue fundado ese partido.

Tuvo razón Ruth Zavaleta al dejar al PRD por considerarlo un nido de tramposos; y la tiene también el ingeniero Cárdenas cuando señala que de continuar las alianzas, el PRD llegará “muy chiquito” a las elecciones de 2012, como si el país no necesitara de una izquierda progresista e incluyente de las visiones de mayor calado y compromiso social.

Una democracia dirigida por mentirosos se puede orientar rápidamente hacia el desfiladero; y lo peor es que un derrumbe así en nuestro país está latente, porque más de la mitad de la población no cree que vivimos en una democracia y peor aún, estaría dispuesta a vivir en un régimen autoritario si éste fuese capaz de garantizarnos empleo, mayor bienestar y seguridad.

El otro problema de fondo es que no puede haber un diálogo auténtico entre quienes por oficio mienten. Los cínicos pueden ponerse de acuerdo para expoliar a la ciudadanía; pero esto en realidad no constituye un diálogo porque es excluyente de la otra parte, la más importante: las y los ciudadanos.

Ante ello debemos preguntarnos: ¿cómo puede haber una interlocución honesta si la ciudadanía, en términos generales, no les cree nada a quienes ocupan los cargos de elección popular? ¿Cómo pueden construirse los acuerdos necesarios, si nuestros dirigentes se dedican a sembrar la discordia y la intriga? ¿Cómo puede arraigarse una democracia cuando quienes tienen la responsabilidad de dar la cara a la ciudadanía asumen que es más importante proteger a los poderosos y a los privilegiados de siempre, sin importar que haya millones de hambrientos clamando por justicia?

Ante estas preguntas hay dos opciones: o nos situamos del lado de un pesimismo desde el que se piense que no tenemos más que sentarnos a rumiar el tedio hasta que nos llegue la muerte; o asumimos nuestra responsabilidad ciudadana, levantamos la voz y le exigimos a los cínicos que nos rindan cuentas y les cobramos los saldos pendientes que tienen con nuestro país.

Un problema para lograr esto, y en el que no se ha hecho suficiente hincapié, es que el dinero del que viven los partidos, que no es otro sino el que pagamos vía los impuestos, no se ha usado para formar a una nueva generación de políticos que puedan renovar los ideales, visiones y posturas de los partidos. Hasta en eso han fallado las dirigencias, pues su renovación ha consistido en la construcción de un sistema en el que los hijos de los políticos heredan prebendas y canonjías, cerrando con ello el paso a jóvenes verdaderamente comprometidos con México.

Sin duda hay salidas. Pienso por ejemplo en que las universidades públicas pueden ser los espacios de reconstrucción de un espíritu de servicio honesto a la nación y de defensa del pensamiento libre.

Cuando Nietzsche pensaba en el porvenir de las universidades alemanas, lo hacía con la preocupación de verlas invadidas por espíritus frívolos. El problema de nuestro país es que éstos ya ni siquiera pasan por la Universidad pública.

Una democracia sin espacios suficientes para cultivar y hacer crecer al espíritu, corre el riesgo de ser una democracia dominada por los mentirosos. Y eso es tristemente lo que hoy nos está ocurriendo.

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