lunes, 24 de diciembre de 2007

EL TLC y la crisis del campo. La Crónica

Por Saúl Arellano
Periódico La Crónica
Domingo 23 de diciembre de 2007

Reza la sabiduría popular que "no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague". Hemos llegado por fin al año 2008 y con él, al momento de la apertura total del capítulo agrícola y del capítulo automotriz del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.Van 14 años de la entrada en vigor de este Tratado, el primero de gran envergadura en nuestra historia comercial reciente, y a la fecha nuestros gobiernos no atinan a dar las respuestas adecuadas ante las exigencias de la población frente a los compromisos establecidos en éste y otros instrumentos de negociación y acuerdos bilaterales y multilaterales en materia de comercio exterior.No hay duda que el libre comercio con otras economías nos ha abierto un sinnúmero de oportunidades y ha fortalecido nuestras capacidades de inserción y competencia en la economía global. Sin embargo, debe decirse que México no hizo su tarea, y que hoy estamos a punto de comenzar a pagar las facturas de administraciones irresponsables, que no hicieron lo necesario para generar condiciones de competitividad y transición en nuestras políticas agropecuarias, que hoy tienen sumida a la población rural en condiciones de pobreza nunca antes vistas en nuestro país. Aunado a ello, el cambio climático y el calentamiento global, sumados a prácticas poco respetuosas del medio ambiente, tienen al campo mexicano al borde del colapso, con las consecuencias económicas, políticas y sociales que esto puede traer a nuestro país.Los tecnócratas que hoy siguen tomando las principales decisiones de política económica, de desarrollo y fomento industrial, de comercio exterior, y de las políticas fiscales, hicieron gala de disciplina ante los mandatos y recomendaciones del Banco Mundial y el FMI, y se dedicaron a reducir al mínimo los subsidios, así como la transferencia de tecnología y apoyos para el campo, bajo el argumento de que debía apoyarse a los "más productivos" e incentivar a los pequeños productores a "desarrollar una nueva mentalidad empresarial", a fin de que pudieran elevar su competitividad y con ello, lograr una mejor inserción a un nuevo mercado global.Lo que hoy tenemos como realidad es que la última ronda de negociaciones de la Organización Mundial de Comercio ha fracasado por la negativa de los Estados Unidos de Norteamérica y de Europa, de modificar sus políticas de subsidio a sus sectores agropecuarios. Sólo en el 2006, Estados Unidos destinó más de 245 mil millones de dólares a la inversión para el campo y el sector agropecuario, y Europa destinó una cantidad cerca de sólo 20 mil millones de dólares por debajo de lo que destinó nuestro principal socio comercial.Los subsidios, en ese tenor, representan inversiones públicas de proporciones mayores: 30 a 1 con respecto a lo que ocurre en nuestro país en los mejores casos, esto es, en apoyos a los productores dedicados a la agricultura de exportación, y de hasta 300 veces los apoyos destinados a los pequeños productores y minifundistas en nuestro país.Ante esta realidad, Sedesol y Sagarpa se ufanan de tener los mayores presupuestos jamás destinados para los pobres y para el desarrollo agropecuario; sin embargo, son cantidades irrisorias, cuando se comparan con los estándares internacionales, y más aún, cuando se analiza el diseño de las políticas agropecuarias de los países en relación con el nuestro.En el campo mexicano viven hoy la mayor parte de los pobres alimentarios del país; dato paradójico si se considera que es en los sectores rurales en los que en mayor medida deberían estar garantizados estándares mínimos de seguridad alimentaria y acceso a alimentos sanos e inocuos.México ha perdido valiosas oportunidades para tener mejores condiciones de desarrollo humano y garantía plena de los derechos humanos. Hoy estamos frente a un escenario alarmante, sobre todo si se considera la posición de los últimos secretarios de agricultura, que han ocupado esos cargos más por su amistad con los presidentes en turno o bien por arreglos políticos al interior del Partido Acción Nacional, que por capacidad y conocimiento de la situación del mundo rural en nuestro país.Hay que analizar, por ejemplo, las condiciones de acceso al crédito en el campo. Hoy la Financiera Rural ha perdido toda capacidad de reactivar los accesos al crédito, la capacitación y la tecnificación que le urge al mundo rural. Antes bien, la Financiera se ha sumado a la lógica del agio y la depredación de los más pobres, con criterios que si bien hoy le permiten manejar "números negros", la sitúan como una institución de servicio a quienes cuentan con mayores y mejores capacidades y oportunidades de participar de un mundo económico que ha vuelto inviable producir en el campo.Si nuestro gobierno no entiende que es viable retomar conceptos como el de la seguridad y la soberanía alimentaria; que una política agropecuaria desvinculada de nuestras políticas climáticas y medioambientales; y que un campo sin acceso al crédito y a subsidios competitivos a escala internacional, estaremos presenciando un colapso mayúsculo de nuestro sector alimentario, y con ello, de una buena parte del capital social con que todavía contamos.El desarrollo rural debe ser asumido como uno de los pilares de nuestra soberanía, de nuestro desarrollo económico y de nuestro desarrollo social. No concebir que es urgente lograr la integralidad de estos sectores del gobierno, implica apostar por la renuncia a la justicia social y a la posibilidad de garantizar los derechos sociales más elementales a toda la población.Sin duda que la Secretaría de Hacienda y los nuevos "chamanes económicos" pueden demostrarnos que con la política económica y financiera que hoy tenemos el campo podrá salir adelante. Habría que decir, de manera irónica claro está, que matemáticamente también puede demostrarse que un elefante puede colgar de un risco atado por la cola a una margarita. Empero, lo que ya no podemos permitir es continuar cerrando los ojos ante una realidad que comienza a tornarse siniestra: México puede ver perdida su soberanía y seguridad en un abrir y cerrar de ojos, y todo porque no se ha tenido la capacidad de construir las bases para tener una nación incluyente y generosa con todos.Requerimos de la revisión del capítulo agropecuario del TLCAN, sin duda. Pero ello va a requerir que el gobierno tenga las agallas de ir a una renegociación que tenga como base, ya no sólo criterios económicos, sino antes bien, criterios éticos y morales de compromiso con quienes más requieren la solidaridad y el apoyo de todos.A casi ya dos años de celebrar el Centenario de nuestra Revolución, no hay mejor homenaje que preocuparnos por atender de inmediato al sector en el cual germinó la exigencia más elemental, y sobre la que se cimienta hoy nuestra Constitución y nuestro país: hoy más que nunca es momento de exigir, para todos, que los anhelos de democracia y justicia social se cumplan a cabalidad.

saularellano1@gmail.com

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