domingo, 21 de septiembre de 2008

Los errores de la Presidencia. Periódico La Crónica

Por: Saúl Arellano Opinión
Domingo 21 de Septiembre de 2008 Hora de publicación: 23:18
Con un firme repudio al terrorismo
Un régimen democrático basado en un modelo presidencialista requiere de un sistema institucional sólido para evitar que, a pesar de las visiones y decisiones individuales de quien ocupa la titularidad del Poder Ejecutivo, las estructuras de gobierno cumplan con sus mandatos constitucionales y legales.En nuestro país, el triunfo del Partido Acción Nacional en el año 2000 significó la ruptura de una época marcada por un “presidencialismo excesivo”, a una etapa de incertidumbre e incapacidad de gobierno que nos está arrastrando, a todos, hacia condiciones de malestar y de temor generalizado.Uno de los más graves errores de la Presidencia de la República, desde el año 2000, fue no haber planteado un conjunto de reformas desde el ámbito de lo político, que permitiera transitar a una jefatura del Ejecutivo, sustentada en un entramado institucional eficaz y “a prueba” de incapaces que permitiera que, a pesar de los titulares de las dependencias, el país pudiera funcionar sin mayores turbulencias.Hoy estamos pagando el costo de la frivolidad y la incapacidad gubernamental de los últimos casi 8 años de administraciones panistas, lo cual se refleja en la enorme debilidad del actual presidente quien, a diferencia de casi todos sus antecesores, llega al segundo año de gobierno más frágil del que tengamos memoria en nuestra historia reciente.Lo paradójico del caso es que la actual Presidencia vive una debilidad generada por sus propias decisiones, lo cual hace evidente, a pesar de la tecnocracia aún dominante, que las decisiones políticas pesen mucho más de lo que los “técnicos” del poder han siquiera podido vislumbrar.La apuesta del Presidente de la República ha sido en estos primeros dos años de su administración por un “gabinete de leales”, aún a sabiendas de la incompetencia, la inexperiencia o la medianía de muchos de sus funcionarios. Como resultado, el costo que estamos pagando como sociedad ya es muy alto y es necesario que se dé un “golpe de timón” a fin de corregir y definir nuevas rutas para el desarrollo y la estabilidad social.El llamado a la unidad nacional que hizo el Presidente ante los cobardes ataques terroristas de Morelia es tan confuso que pareció más bien una exigencia de sumisión social, que un llamado político a la altura de un jefe de Estado. La convocatoria a la unidad desde las estructuras del Estado no puede ser sólo un recurso retórico frente a un momento de crisis e indignación nacional, sino una “propuesta en firme” para construir nuevas estrategias de consenso.La infamia de los ataques a la población civil en Morelia es inaceptable y representa una de las más viles abyecciones que hemos presenciado como sociedad. Julia Kristeva nos recuerda que lo abyecto es aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas y nos advierte: “Todo crimen, porque señala la fragilidad de la ley, es abyecto, pero el crimen premeditado, la muerte solapada, la venganza hipócrita lo son aún más, porque aumentan esta exhibición de la fragilidad de la ley”.La captura de los responsables del crimen de Morelia no puede ser en ese sentido sólo un acto de detención de quien arrojó las granadas. El Estado debe ir a fondo y desmantelar a los grupos de miserables que ordenaron el ataque. El problema que enfrentamos es que con lo que hoy ha hecho el gobierno no alcanza y no va a alcanzar para lograr este cometido. Vivimos una amenaza frontal al orden social, a la cohesión, a la integridad y la vida de las personas, y lo único que se ha generado como reacción pública son discursos, declaraciones y muy pocas señales de reforma institucional.Somos muchos quienes hemos insistido desde 2004 en que es urgente convocar a un intenso proceso de reforma de las instituciones públicas, y hoy más que nunca es evidente que esta reforma no sólo es posible sino imprescindible, lo cual requiere de una tremenda claridad sobre el proyecto de país que se quiere impulsar y que se pretende defender, no en seis años, sino para una generación.La Presidencia se equivocó en el nombramiento de sus funcionarios. La Secretaría de Gobernación no ha sido capaz de generar un debate político nacional serio. La Sedesol no opera y hay subejercicios graves en todos sus programas; Sagarpa es un nido de incompetencia que se reproduce en prácticamente todas las delegaciones estatales de la dependencia; la Secretaría de la Función Pública constituye un “elefante blanco” que no ha abonado prácticamente nada las últimas administraciones a la transparencia, la rendición de cuentas y el combate a la corrupción; la SCT se ha convertido en la “gerencia de facto” de los intereses de los grandes consorcios; y suma, y sigue.Al Presidente no le alcanza con el PAN y es algo que al llegar al término de su segundo año de gobierno deben tener muy claro tanto él como sus asesores. El presidente Calderón está solo; no porque no tenga a funcionarios leales, sino porque éstos no pueden con la responsabilidad asignada; no cuentan con la capacidad de impulsar las reformas necesarias y mucho con la autoridad moral para convocar a todos a un nuevo diálogo político.Al Presidente le urge convocar, no a la unidad, sino a un pacto que nos lleve a reformas de fondo. Los problemas de seguridad no se van a resolver sólo con más policías. Se requiere de una nueva política social; de una nueva política ambiental y de muchas nuevas políticas que sus actuales funcionarios no alcanzan siquiera a imaginarse.La cantaleta de Porfirio Muñoz Ledo sobre cómo “derrocar al Presidente” constituye un síntoma grave de nuestra realidad social. La decadencia de este personaje es tal, que bien puede identificar el riesgo de que los putrefactos y los amantes del desorden social cuenten con espacios y recursos para abonar al clima de distorsión y, otra vez, de abyección del que somos presa en estos meses trágicos de muerte, criminalidad y violencia.Felipe Calderón está a tiempo aún de construir durante lo que queda de este año y todo el 2009, una plataforma para un verdadero gobierno de transición. La supina ignorancia y la mezquindad de Vicente Fox le impidieron comprender que el país no requería de un mesías sino de instituciones sólidas y de estructuras de bienestar y seguridad para el desarrollo social y humano en México.Es un hecho que Felipe Calderón es mucho más inteligente que Fox; sin embargo, hoy requiere de un ánimo sereno y sobre todo de mucha humildad para convocar, con honestidad y transparencia, a personalidades que aún contrarias a su proyecto y a la ideología de Acción Nacional, estarían dispuestas a contribuir en la construcción de un pacto para redefinir el rumbo y el proyecto de nación que queremos ser en el siglo XXI.Combatir el crimen y mejorar las condiciones de seguridad es indispensable; pero igualmente importante es reducir la pobreza y la desigualdad; en la misma dimensión está la necesidad de un proyecto nacional de desarrollo sustentable; y en medio de la crisis alimentaria global, el desarrollo agropecuario no puede estar en manos de los mercaderes y dueños de los negocios agrícolas más jugosos del país.En cada una de estas áreas, México cuenta con personalidades de dimensiones mayores, a las que el gobierno debiera pedirles, con garantías reales de respeto y sobre todo de real voluntad de reforma, su respaldo para mejorar urgentemente las condiciones de vida de todas y todos los mexicanos. El dilema es muy simple para la Presidencia: seguir en la línea de los errores por los que avanza actualmente o sustituir a los incompetentes que le rodean por personas con real vocación y capacidad de servicio a México.
sarellano@ceidas.org

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