domingo, 30 de marzo de 2008

Defender a la UNAM. La Crónica

Por: Saúl Arellano Opinión
Domingo 30 de Marzo de 2008 Hora de publicación: 02:48
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=354473

La Universidad Nacional Autónoma de México es mucho más que lo que sus detractores pretender hacer ver. Constituye no sólo la Universidad con mayor oferta educativa del país, sino el mayor centro de generación de cultura, conocimiento, desarrollo científico y tecnológico, así como producción editorial, difusión y extensión universitaria en el país.La UNAM logró, después de la huelga de 1999, recuperarse y reposicionarse a la vanguardia del conocimiento, no sólo en México sino a nivel internacional, para llegar a ocupar uno de los 100 mejores lugares en el mundo, y ser la mejor universidad de Iberoamérica, aún por arriba de las calificaciones obtenidas por las universidades españolas, argentinas, brasileñas y chilenas.La noción de lo que es una “Universidad” apela en sus raíces a un concepto mayor: el de la universalidad. En una universidad existen “Facultades” porque en ellas se enseñan las distintas ramas del saber que aspiran, nada menos que a construir conocimiento, a generar propuestas para el saber y el desarrollo tecnológico.Las primeras universidades surgieron en el ya lejano siglo XII de nuestra era. Surgen no sólo como producto del crecimiento de las primeras ciudades burguesas y las concentraciones urbanas que comenzaron a surgir en aquel entonces, sino también para romper con el monopolio del conocimiento que se concentraba en los grandes monasterios y bibliotecas medievales en los cuales se prohibía la enseñanza de todas aquellas nuevas disciplinas que estaban minando el saber “autorizado” por la Iglesia católica y el poder de Roma.En efecto, en el siglo XII los estudios sobre óptica, matemáticas, física, astronomía, medicina y sobre todo nuevas perspectivas generadas desde la filosofía, comenzaron a cuestionar las estructuras de poder y de conocimiento del medioevo, y por ello fue necesario generar espacios que, alejados de las distintas órdenes religiosas, pudieran comenzar a construir nuevos espacios para el “desarrollo de la razón”. Sorprende todavía pensar en cómo las primeras “vistas” a la luna, hechas a través de los nuevos “catalejos” y otros instrumentos desarrollados por la óptica, sorprendían a los medievales y los hacían sospechar de que el orden descrito por las Escrituras y la “filosofía oficial” de la época (basada en Aristóteles a través del tamiz de Santo Tomás, Averroes y Avicena), podía ser cuestionado.Las universidades surgen pues, desde una perspectiva, todavía no explícitamente planteada, que tenía en su base el ideal de libertad, de universalidad y de plena autonomía del conocimiento. Para corroborarlo sólo basta con revisar los intensos debates que comenzaron a surgir en torno a qué hacer cuando la razón no estaba en armonía o completamente de acuerdo con la fe. Las respuestas, además de una profundidad estética y teológica, nos alcanzan y sorprenden por su poderío y audacia intelectual.La historia de nuestra Universidad Nacional está inserta sin duda alguna en esta tradición. Por ello su lema: “Por mi raza hablará el espíritu”. Espíritu universal habría que agregar, porque así es como era concebido por el maestro Vasconcelos.Hoy nuestra Universidad está siendo una vez más atacada por voces que desde posiciones de un autoritarismo sorprendente, pretenden cancelar un proyecto que por sus dimensiones y alcances no sólo debe ser mantenido, sino ampliado y fortalecido con más recursos, con más infraestructura y con más capacidades para continuar dándole a México todo lo que la Universidad ha sido capaz de construir y aportar a lo largo de ya varios siglos de tradición e historia.La UNAM tiene además una enorme relevancia porque es, además del gran centro de producción de saber, un modelo para la inclusión y la cohesión social. Un proyecto de la envergadura de la UNAM implica tener una profunda noción de patria y un proyecto de largo alcance para el Estado nacional. La Universidad no sólo es una escuela, se trata de un espacio para la convivencia, la movilidad social, y para formar a formadores de nación, capaces de comprender la complejidad y la diversidad que nos caracteriza.Me atrevo a afirmar que en pocos lugares como en la UNAM hay tanto lugar para el debate libre de las ideas; para la convivencia respetuosa de la diversidad y para la comprensión de la complejidad en que hoy vivimos.Por ello la Universidad Nacional debe ser protegida y fortalecida; porque el modelo de país que implica un esfuerzo de estas magnitudes constituye una alternativa a las condiciones de división, encono y fractura del tejido social que se puede percibir sobre todo en la terrible pobreza y la oprobiosa desigualdad que campean en todo el país.Un señor de nombre Carlos Mota escribió hace poco en el periódico Milenio, un artículo titulado “¿Quién quiere estudiar filosofía en la UNAM?”. Y que conste que le doy el nombre de artículo por generosidad, porque el escrito parece más bien una diatriba escrita por encargo.En el citado texto, además de considerar que los estudiantes de la UNAM son tontos (se le quedaban viendo en una conferencia con cara de “no entiendo nada”, escribe jocosamente en su panfleto), el señor Mota sostiene que la mentalidad de quienes egresamos de la Facultad de Ciencias Políticas o de la de Filosofía, tiene como objetivo “destruir al mundo” y no construirlo con base en la productividad, la generación de valor agregado y una actitud emprendedora.El señor Mota, entre otras estulticias, argumenta que ha visto a dentistas convertirse en publi-relacionistas (me imagino que después de leer a Og Mandino o a Carlos Cuauhtémoc Sánchez), pero que nunca ha visto esta “transmutación milagrosa” de un filósofo o un politólogo de la UNAM. Habría que esperar, por los demás, que esto nunca suceda.Lo que hay que decir es que si este señor dicta sus conferencias del mismo modo en que escribe, es comprensible que los estudiantes, no sólo de la UNAM, sino de cualquier aula en la que la inteligencia esté presente, no le entiendan nada. Esto es así, porque lo que sostiene este señor es de una intolerancia y de una ignorancia digna de un talibán o de un monje necio de la Edad Media.En la lógica del señor Mota y de quienes como él piensan, sólo aquellos que tienen como objeto y misión de vida tener un changarro, son dignos de ser considerados como útiles a la sociedad. En su visión, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Alfonso Reyes, Ramón Xirau, Diego Rivera, y toda la pléyade de grandes artistas, filósofos, poetas, e incluso la comunidad científica, constituyen una rémora que debería extirparse del país antes de que terminen de sumirnos en el más oscuro de los mundos.El señor Mota y quienes piensan como él se equivocan. El mercado y la economía no sin fines en sí mismos; son medios para el desarrollo social y humano. Se equivoca porque hoy tenemos lo que muchos filósofos nos advierten: cada vez más “especialistas idiotas” que saben cada vez más de cada vez menos. La ciencia, la tecnología y el mercado nos pueden ayudar a construir un mejor mundo, no hay duda; empero, la claridad moral y el sentido de la vida no han provenido jamás del mundo del dinero y hoy sería prácticamente imposible obtenerlos en el piso de remates de la Bolsa Mexicana de Valores.La UNAM no es un campo de “guerrilleros”; la UNAM no es un lastre al desarrollo nacional y mucho menos es una institución ineficiente o inútil. La UNAM es uno de los espacios en que la humanidad hoy tiene uno de sus patrimonios culturales y constituye, hay que insistir en ello, un modelo para la cohesión, la solidaridad y la tolerancia. Por ello, a pesar de muchos, la UNAM continuará defendiendo el derecho de todos a que “por nuestra raza, siga hablando el espíritu universal”.
sarellano@ceidas.org

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