domingo, 9 de marzo de 2008

El machismo y la discriminación

Por: Saúl Arellano Opinión
Domingo 9 de Marzo de 2008 Hora de publicación: 01:06
La humanidad conoce en múltiples dimensiones y consecuencias, actitudes que por su irracionalidad, no sólo son difíciles de comprender, sino sobre todo de confrontar y erradicar. El machismo es una de estas formas de actuar funestas y que en su “silencioso” desplegarse en las sociedades ha generado perjuicios de alcances inconmensurables en la vida de millones de mujeres, así como obstáculos a las posibilidades de libertad y desarrollo de muchas sociedades.La Real Academia de la Lengua Española define al machismo como la actitud prepotente de los varones respecto de las mujeres. Aun cuando las definiciones de diccionario resultan siempre limitadas para la comprensión de categorías y fenómenos sociales, en su sencillez, esta definición nos ofrece una amplísima gama de posibilidades para explorar y ayudarnos a entender esta actitud que en México configura uno de los atavismos culturales de más peso y frente al cual tenemos el reto de transformarnos y transformar nuestra realidad social.En esa lógica, vale la pena llevar a cabo asociaciones simples y contrastarlas con la evidencia estadística que nos comienza a ofrecer indicadores que pueden contribuir a fortalecer hipótesis y explicaciones en torno a lo que nos está impidiendo avanzar hacia una sociedad convivencial, justa y con una profunda aspiración al desarrollo y el bienestar colectivos.Una de estas asociaciones está relacionada necesariamente con uno de nuestros mayores saldos: la pobreza. Todos los organismos internacionales nos dan cuenta de que no hay país en el que las mujeres, las niñas y los niños son quienes viven con mayor agudeza la carencia de recursos y la falta de oportunidades para la realización de sus derechos humanos.Uno de los derechos sociales más elementales es sin duda el de la educación; ésta es un derecho habilitante y por lo tanto los Estados deben procurar para todas y todos, el acceso equitativo a una educación de calidad y con oportunidad. En México el promedio de años cursados por hombres y mujeres es todavía desigual, aún y cuando se ha logrado matricular en la enseñanza primaria y buena parte de la secundaria a igual número de niñas y niños.La pregunta obligada es entonces por qué las mujeres continúan recibiendo menos educación. Una de las respuestas es que en definitiva, hacen falta mucho más acciones afirmativas, de todas las autoridades públicas, a fin de garantizar la equidad en ésta y desde luego en todas las esferas de la vida social. Empero, el papel de la sociedad es también fundamental, porque es ahí en donde están enraizadas actitudes machistas y discriminatorias.Al respecto, la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México nos ofrece un panorama además de lamentable, aterrador. El 15% de los hombres sostiene que no vale la pena invertir en la educación de las hijas “porque luego se casan”. Esta afirmación, recogida por esta encuesta de 2005, tiene ecos no medievales sino de la era de las cavernas y nos da cuenta de la tremenda ignorancia, machismo e irracionalidad de quienes así piensan. ¿Cómo modificar estas actitudes? ¿Cómo erradicar la enorme violencia que existe en nuestro país en contra de las mujeres? No es menor el hecho que muestra esta misma encuesta: 9% de la población nacional considera que la niñez es el grupo más desprotegido en México, lo que implica tremendas consecuencias en el análisis y el diseño de la política pública. En un artículo del día de ayer publicado por el periódico Excélsior, el Mtro. Mario Luis Fuentes sostiene que las políticas de género deben estar directamente vinculadas con la agenda de las políticas dirigidas a la atención de la niñez, pues sólo de esa manera puede avanzarse hacia la integralidad y el mejoramiento de la calidad de los servicios que se les otorgan y a los que tienen derecho.Por ello debe insistirse en que el machismo se traduce generalmente en actitudes discriminatorias, las cuales pueden tomar tintes incluso monstruosos: uno de cada cuatro hombres le pediría un examen de embarazo a una mujer si ésta le solicitara empleo; y peor aún: uno de cada cuatro mexicanos y mexicanas (destaco a propósito la referencia a la opinión femenina), están de acuerdo con que las mujeres “son violadas sexualmente porque provocan a los hombres”. Hay quienes dicen que los datos no hablan por sí mismos; sin embargo en este caso, no sólo hablan, sino que revelan y claman por una transformación radical de nuestros patrones culturales, sobre todo los relacionados con las justificaciones sociales al maltrato, al abuso y a la violencia en contra de mujeres, niñas y niños.Por ello es importante la actuación de los políticos en esta materia. Y por ello es lamentable que en México, sólo el 3% de las presidencias municipales son ocupadas por mujeres; la presencia de las mujeres sólo rebasa el 30% en 3 congresos locales de nuestro país; sólo Zacatecas y Yucatán son gobernados por mujeres, y la presencia de las mujeres en el Congreso federal, e incluso en el gabinete presidencial, continúa siendo tremendamente minoritaria.Los partidos políticos y los políticos (los hombres), se han llenado la boca en los últimos años hablando y promoviendo la equidad de género. Los hechos los desmienten y los sitúan como mentirosos, pues ha habido oportunidad para legislar y homologar, tal y como lo exigió recientemente la OIT, las leyes nacionales con instrumentos internacionales para garantizar la equidad entre los géneros en distintos ámbitos, y simplemente se ha avanzado con pasos extremadamente lentos.En esa lógica, los partidos políticos nos deben mucho a la sociedad, pues sin duda nuestras posibilidades de desarrollo, de generación de condiciones de equidad y sobre todo, de reducción de las disparidades regionales que hoy vivimos, no podrán mejorarse si antes no logramos construir una sociedad en la que el género, la pertenencia étnica, las preferencias sexuales, la edad o las creencias religiosas no sean motivo de discriminación.Es oprobioso que en las comunidades indígenas más pobres de nuestro país, las mujeres tengan una esperanza de vida de sólo 51 años; eso nos dice el Programa Nacional de Salud 2007-2012, y sobre esto no se hizo un llamado a un debate de proporciones y alcances nacionales como el que exige este dato, de suyo aterrador. No es posible que en nuestro país tengamos una ciudad como el Distrito Federal, con niveles de vida en algunas zonas similares a los de Alemania; y en las regiones indígenas más pobres, una esperanza de vida para las mujeres como en Uganda o Namibia, en África. En ese sentido, es no sólo deseable sino exigible, que los partidos políticos comiencen a tomar decisiones relacionadas con estas otras agendas de lo social.El PRD por ejemplo, podría haber sancionado estatutariamente al señor López y su corifeo, Fernández Noroña, por su actitud machista y misógina en contra de Ruth Zavaleta. El PAN, por ejemplo, tendrá el día de hoy una asamblea nacional en Guanajuato, en donde el gobernador se ha opuesto sistemáticamente a aprobar la ley para garantizar una vida sin violencia contra las mujeres y al cual antes de sancionarlo, se le protege y ayuda. En el PRI, la presidenta del partido debió aprovechar la celebración del pasado 4 de marzo y hacer un deslinde preciso, no sólo con los posibles financiamientos de campañas de parte del narco, sino ante sujetos como Mario Marín a quien honestamente no se entiende cómo el PRI sigue aceptando y protegiendo en sus filas.Los partidos políticos nos deben; pero sobre todo, la sociedad —mayoritariamente los hombres— estamos en deuda en la generación de una cultura de tolerancia, de respeto y de no discriminación. Acabar con el machismo es tarea de todos y es momento de asumirla.

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