domingo, 9 de noviembre de 2008

Cómo ganar la guerra de las ideas. Periódico La Crónica

Por: Saúl Arellano Opinión
Domingo 9 de Noviembre de 2008 Hora de publicación: 01:52
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=396680

En medio de escándalos de corrupción, de sospechas de todo tipo, de calumnias y difamaciones impunes, de líderes sindicales que pueden comprar relojes de miles de dólares, de profesores interesados en todo excepto en cumplir con su misión pedagógica, es obligado preguntarnos como sociedad: ¿Cuáles son las ideas en disputa? ¿Cuáles son los proyectos de país que están confrontándose y en función de ello, a quién representa cada quién al interior de los partidos políticos?Poner en tensión dos ideas sin duda constituye un acto de “batalla”. En efecto, desde el punto de vista de la filosofía del lenguaje el enfrentamiento de dos discursos implica necesariamente una agonística, una lucha en la que hay un enfrentamiento entre al menos dos conciencias.Para los griegos, la política era en ese sentido una disputa permanente entre las inteligencias; por ello, a quien no se interesaba o no participaba en la política lo calificaban de “idiota”, es decir, de alguien incapaz de generar ideas políticas o bien, de defenderlas de manera adecuada.Estas consideraciones son importantes porque hoy más que nunca ha quedado claro, de cara a la elección presidencial en los Estados Unidos de Norteamérica, que cuando hay inteligencia pueden construirse proyectos renovadores que por su dimensión tienen la capacidad de impulsar transformaciones estructurales.En el mes de febrero sostuve en este espacio en Crónica que Barack Obama tenía muchas probabilidades de convertirse en el presidente de los Estados Unidos. Mi argumento se basaba en el poder de su discurso, el cual, por primera vez en mucho tiempo, estaba cuestionando no sólo a las políticas y programas de gobierno vigentes, sino al fundamento del actuar político de sus adversarios.Obama recibió descalificaciones personales a lo largo de la precampaña al interior del Partido Demócrata, y posteriormente en su campaña frente al senador Macain. En ambos casos, Obama no recurrió ni al argumento del “mártir” ni mucho menos se enganchó en una estrategia de descalificaciones. Al contrario, diseñó una campaña en la que incrementó la intensidad de su mensaje basado en el llamado a la unidad nacional, en la transformación económica, en la necesidad de una salida rápida de las tropas de aquel país de Irak, y sobre todo, de propiciar una renovación ética en la Casa Blanca.Obama se atrevió a cuestionar al stablishment; lo cual de ningún modo se trata de un asunto menor. Acusó de “cínicos” a los tomadores de decisiones en Washington tras su primera victoria en Iowa, y sobre todo señaló que su movimiento político tenía no como finalidad conquistar la presidencia de los EU, sino transformar al gobierno para generar una “nueva era de prosperidad”.Queda claro que en la lucha presidencial norteamericana se juega mucho más que el espacio en la Casa Blanca. Se trata de un gobierno con una visión y una posición necesariamente mundial y en muchos sentidos determinante de políticas globales en organismos clave como las Naciones Unidas, la OECD o bien, instituciones financieras como el Banco Mundial, el FMI o el BID.Así, lo que se vio a lo largo de la campaña presidencial en los Estados Unidos fue una disputa en la que se puso en juego un debate sobre qué tipo de globalización estaremos viviendo en los próximos cuatro años, al menos.“El medio es el mensaje”, sostiene un viejo paradigma en medios de comunicación. Y en esa lógica, el estilo de la campaña de Obama es en sí mismo un signo de cómo percibe al mundo. En estricto sentido, se trata del primer presidente norteamericano que ha vivido durante periodos considerables fuera de su país y también, en muchos sentidos, el primer presidente que se formó personal y académicamente en un mundo en un proceso de integración global sin precedentes.Desde esta perspectiva, México tiene una ventana de oportunidades abiertas, y estamos ante la posibilidad de generar una visión global desde lo local, capaz de aprovechar a una presidencia norteamericana que aun con los estrechos márgenes de maniobra con que cuenta en el manejo de su política exterior, está en condiciones de incorporar nuevos temas de agenda, entre los cuales México puede ocupar un lugar estratégico, si lo sabemos manejar.Las relaciones internacionales son esencialmente relaciones políticas entre los estados, y México debería estar ya considerando cuál será nuestra estrategia en este nuevo contexto mundial, y con base en ello potenciar las expectativas que incluso el propio presidente Obama debe tener de su administración, y desde esa visión, plantearnos cómo vamos a lograr generar el interés, desde una postura de dignidad, para formar parte de una agenda hemisférica estratégica.En el contexto de la crisis global, México no puede darse el lujo de echar por la borda una vez más otros cuatro años, en una relación que es de la mayor importancia para nuestras posibilidades de desarrollo y para nuestra posición geoestratégica en los años por venir.Ante la caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría se asumió en muchos espacios que la disputa ideológica global había terminado. Hoy sabemos que no es así y que de hecho existe una guerra global de las ideas, marcada por definiciones profundas sobre qué le corresponde al Estado y a sus estructuras institucionales, y hasta dónde es posible continuar con la ampliación de las libertades, anteponiendo siempre el interés colectivo a cualquier intento de privilegiar a unos cuantos.Se criticó fuertemente a la administración del saliente presidente Bush por haber centrado su gobierno en el tema de la seguridad interna y global, dejando de lado a las políticas económicas y sociales. El riesgo que vivimos en nuestro país está precisamente en esto: en volver monotemática la agenda pública y asumir que la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado es la única o la más importante.En efecto, mientras más amplia sea la agenda pública del gobierno, mucho más capacidades tendrá de propiciar un debate de altura. Sin embargo, para ello es necesario contar con una agenda precisa sobre qué se quiere lograr, cuáles son las metas a alcanzar en la presente administración y, sobre todo, cuál es la visión de gobierno que se asume desde Los Pinos.Ante la lamentable muerte del secretario de Gobernación, el Ejecutivo se encuentra ante una coyuntura mayor que lo debe llevar a una redefinición de su gobierno. Es claro que con el Partido Acción Nacional no le alcanza; es más que claro que el gabinete con el que cuenta no tiene las dimensiones requeridas para el momento en que vivimos. Y si esto es así, debería ponerse en marcha un proceso de renovación de carteras a fin de incorporar a personalidades que puedan encabezar una verdadera reforma social y económica en nuestro país.En México quedan muchas agendas pendientes y el problema más acuciante que tenemos consiste en que estamos atrapados en una lucha férrea por intereses y posiciones, pero ante lo cual se perciben muy pocas ideas en el escenario político.En la disputa por las ideas que se está dando, y la que viene en los próximos años para lograr lo que hoy se llama la gobernanza en la globalidad, lo peor que podemos hacer es retraernos a una visión aldeana marcada por la mezquindad de los intereses privados o de grupos. Sin duda alguna es momento de dar un vuelco y de debatir con seriedad y profundidad hacia dónde vamos.

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