domingo, 30 de noviembre de 2008

El modelo global, cerca del final de Cleto. Periódico La Crónica

Por: Saúl Arellano Opinión
Domingo 30 de Noviembre de 2008 Hora de publicación: 01:02
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=401041

Una célebre canción de Chava Flores nos narra el velorio de Cleto, un pobre infeliz cuya mejor vida parece ser que inicia precisamente cuando se ha muerto. Todo lo que hay alrededor del “muerto” es hilarante, mordaz y lleno al extremo de humor negro.Así parecen estar desarrollándose las exequias del modelo económico global, del cual, habría que informarle a algunos economistas y funcionarios de las secretarías de Hacienda y Economía, ya se murió. Lo trágico de este evento no se encuentra, sin embargo, en el propio hecho de la cancelación de la viabilidad de la globalización vigente, sino en la comicidad de las capacidades con que se está enfrentando el problema en nuestro país.En efecto, se cree que en los próximos meses las aguas regresarán a su nivel y que los ríos recobrarán sus cauces. No es así. Lo que estamos viendo es el inicio de una nueva era global abierta a todas las posibilidades, pero cuya construcción está marcada por un concepto esencial:la incertidumbre radical.
Lo que hoy estamos presenciando es la desintegración de la lógica, de lo “inexorable de los acontecimientos”. Se nos dijo a la caída del Muro de Berlín que estábamos avanzando por fin a una nueva era sin ideologías; una era en la que el progreso y el desarrollo económico, regidos por primera vez de manera global por las leyes del mercado, nos debería conducir a la plena realización de la libertad individual y de la democracia como panacea del desarrollo.El mayor problema de esta visión es que no pudo percibir, como ha ocurrido con otras visiones, que no puede confiarse plenamente en la viabilidad infinita de ningún proyecto social, ya sea de alcance nacional o de carácter universal. La paz perpetua de Kant saltó hecha trizas con las primeras revoluciones burguesas de mitad del siglo XIX. La sociedad sin clases de Marx fue aplastada por la brutalidad del martillo en las purgas de Stalin. El Tercer Reich de Hitler devino en la abominable experiencia del Holocausto, y así, cada uno de los intentos de instaurar el reino de la felicidad en el mundo, han fracasado de manera rotunda.Los intentos de los nuevos ideólogos del capital: Hardt, De Nigri, Huntington, Fukuyama y otros más, de justificar el anhelo del progreso infinito a través del fin de la ideología, hoy nuevamente ha hecho crisis, y es tan severa que ya se nos ha anunciado que será mucho más profunda y compleja que la que se vivió en 1929 y que llevó al replanteamiento de la lógica del poder político y económico mundial.Sólo después de la traumática experiencia de la Segunda Guerra Mundial y por la “amenaza” del socialismo, Occidente se planteó en serio la generación de un nuevo pacto social. Sin embargo, de la reconversión económica que comenzó a vivirse en la década de los 70 en el siglo pasado a la fecha, habría que realizar una revisión crítica y evaluar si efectivamente el modelo de bienestar se fracturó como producto del agotamiento de los recursos, o si tal planteamiento no fue sino el recurso retórico de los dueños del capital para avanzar hacia el diseño de un modelo global que permitiera acelerar y proyectar hacia el infinito el proceso de acumulación de más y más dinero.Mirar al pasado y encontrar las principales causas que nos han puesto en esta situación es relevante, porque permite plantearnos lo que debe venir en el futuro. En esa construcción requeriríamos que la clase política actuara con audacia y lanzara una propuesta para una nueva globalidad, liderada en parte desde “el sur”, y exigiendo el posicionamiento de agendas innovadoras.La más importante ya está trazado desde algunos organismos internacionales, pero que requiere profundizarse: hacer que la globalización beneficie a los pobres, como ha planteado la OIT, debe convertirse en una exigencia mundial para construir un modelo de globalización que apueste por un proyecto civilizatorio para la equidad.¿Quién, sin embargo, tendría la audacia y la capacidad para desde las más altas esferas del poder en nuestro país, lanzar una propuesta de reconstrucción incluso a nivel de mentalidad, de lo que somos y de lo que queremos ser como país en el contexto mundial? Para una actitud así se requiere, de entrada, estar dispuesto a estudiar, y a hacerlo del lado de la comprensión y la complejidad; y tal cualidad parece no darse mucho a los titulares de las principales dependencias públicas.Isaiah Berlin sostenía, haciendo una dura crítica a la ideología lineal del progreso: “El mundo social parece, ciertamente, más perturbador, más lleno de peligros invisibles, que nunca; pero de ello se seguiría necesariamente que existe una trayectoria mucho más abierta a los talentos, siempre y cuando éstos sean lo bastante audaces, poderosos e implacables”. Remata Berlin su crítica: si podemos, dada la ocasión, actuar con mayor libertad, ¿qué es lo que separa la planificación utópica de la realista?Planificación utópica, concepto que para los fundamentalistas del mercado puede sonar a herejía, pero cuyo poderío transformador de esta crisis, en posibilidad de más libertades y mayor bienestar para todos, puede marcar la diferencia entre ahogarnos en el tsunami económico y financiero que parece venírsenos encima, o contar con un navío de gran calado que nos conduzca a otro puerto desde donde reconstruir nuestro modelo de desarrollo.Frente a este tipo de argumentos no ha habido hasta ahora ninguna propuesta sensata sobre cómo reconstruir nuestras instituciones; y sobre cómo modificar nuestras reglas de operación institucional. Por el contrario, se siguen protegiendo monopolios; se sigue protegiendo a quienes más tienen; se sigue sin convocar a un gran acuerdo nacional para un nuevo pacto social; y siguen sin aparecer, pero en serio, los temas de la equidad, la justicia social y el fin de la desigualdades, como las agendas prioritarias para el país.Se dice en las declaraciones públicas que los funcionarios están atentos a las reformas que habrá de emprender el gobierno que encabezará Barack Obama, pero no se ha planteado desde nuestro país un sistema de reformas ni planes de rescate del empleo ni acciones emergentes de gran aliento para emprender la transformación radical que requiere tanto el entramado jurídico como el institucional, sobre todo en el ámbito de lo social.Tenemos a un sistema global que en lo social está hecho añicos: más de 900 millones de hambrientos: menos del 20% de la población mundial concentra más del 80% de la riqueza global; habrá el próximo año más de 20 millones de desempleados adicionales; niñas y niños siguen muriendo de causas prevenibles en las zonas más pobres del mundo, incluidas entre ellas algunas regiones en nuestro país en las que, según los datos oficiales, las mujeres tienen menos de 55 años de esperanza de vida.La “gangrena” ha invadido a todo el cuerpo del sistema financiero mundial; su condición ética estaba ya fracturada desde hace más de tres décadas cuando se denunció que la pobreza y la desigualdad globales tenían ya tintes de escándalo. Si esto es así, podemos hablar de que el sistema global que teníamos está moribundo y que no habrá más remedio que decir en unos cuantos meses, que tuvo un fin similar al de la botella del velorio de Cleto: murió, murió, murió...
Frente a ello, lo deseable es que podamos construir un nuevo sistema que no pase pronto a mejor vida, sino que pronto nos garantice a todos, una mejor calidad de vida.

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